| ❄ | Capítulo diez

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El severo rostro de mi madre hizo que la euforia que todavía arrastraba de la noche anterior por mi pequeña victoria frente a Oberón se desvaneciera. Habíamos acordado reunirnos en una de las zonas habilitadas para los huéspedes, donde no se observaba demasiada afluencia debido a que la mayoría de invitados aún estarían recuperándose de Lammas en sus respectivos dormitorios.

La reina de la Corte de Invierno, no.

Ocupé el asiento vacío que había frente a ella, alisándome el sencillo vestido que había elegido para aquella jornada, hasta que llegara la tan esperada Ceremonia de Inicio del Torneo.

—¿Se puede saber en qué estabas pensando...? —no se anduvo con rodeos y eligió ir al quid del asunto, lo que hizo que apenas tuviera tiempo de formar mi defensa.

Presioné mis labios mientras podía percibir el enfado de mi madre, quien parecía estar al tanto de todo lo que había sucedido la noche anterior. Cuando decidí enfrentarme al Caballero de Verano, sabía las posibles consecuencias que desataría: que llegara, entre otros, a oídos de mi madre; sin embargo, había pensado que contaría con algo más de tiempo.

—Simplemente estaba tratando de solventar un pequeño conflicto del pasado —mascullé.

A juzgar por la mirada punzante que me lanzó, supe que no había elegido bien mi respuesta. ¿Qué podía decir...? Oberón continuaba siendo el mismo pretencioso que el príncipe que conocí dos años atrás, quien había disfrutado con su grupo de amigos humillándome de ese modo a pesar de no conocerme.

—Todos hemos trabajado muy duro para que la paz continúe entre todas las cortes, Mab —me aleccionó, haciéndome sentir como aquella niña a la que había querido vengar—. Cuando seas reina, tú también tendrás que colaborar para que esto siga siendo así...

Apreté mis puños.

—Esta nimiedad no va a conducirnos a las puertas de una guerra con la Corte de Verano —le rebatí.

—¡Pero tu comportamiento, de cara al futuro, quizá sí! —exclamó mi madre con visible frustración.

Traté de defenderme de su acusación, pero las palabras no lograron salir del fondo de mi garganta. La mirada de mi madre perdió parte de su dureza al ver que había conseguido dejarme sin argumentos; se inclinó y posó su mano sobre la mía. Mis ojos se clavaron de manera inconsciente en el sello que le había entregado mi padre cuando se unieron, convirtiéndola en su esposa... y en su futura reina.

Aquel sello representaba a mi corte y, viéndolo en el dedo de la reina, como si estuviera observándome fijamente, me sentía como si le hubiera fallado debido a mi comportamiento casi infantil.

Un nudo de culpabilidad se empezó a formar en mitad de mi garganta al ver más allá de mi afán por vengarme. Mi madre tenía razón en algo: si no era capaz de pasar página y perdonar... ¿qué sería de mí una vez fuera reina? No quería convertirme en una monarca que basara sus decisiones dejándose llevar por sus emociones, especialmente las negativas.

Además, tendría que enfrentarme a Oberón en más ocasiones. No podía permitirme que el rencor que pudiera sentir hacia el futuro rey de Verano me cegara; tenía que estar por encima de ello.

—Cuando llegue el momento, vas a tener que dejar tus sentimientos a un lado —me dijo mi madre con suavidad, intuyendo el conflicto que había en mi interior—: la corona es más importante.

—Cuando llegue el momento, vas a tener que dejar tus sentimientos a un lado —me dijo mi madre con suavidad, intuyendo el conflicto que había en mi interior—: la corona es más importante

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DAMA DE INVIERNO | LAS DOS CORONAS ❄ 1 |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora