—No te ha quitado la vista de encima en ningún momento —canturreó Nicéfora con una sonrisa que oscilaba entre la picardía y la maldad.
Mis dedos se cerraron con más fuerza alrededor de la copa de plata que sostenía de manera inconsciente al saber que era la diana de su mirada.
Tras la parada obligatoria frente a los reyes de Otoño, donde cruzamos un par de frases de cortesía, mis padres me habían permitido vagar con libertad por el patio, entremezclándome con el resto de invitados. Con Nicéfora a mi lado, nos habíamos dedicado gran parte de la velada a cuchichear y a que ella me pusiera al corriente de los últimos rumores de los que se había hecho eco.
Nuestra diversión quedó en suspenso cuando mis ojos se detuvieron en un grupo un tanto particular. Sus rostros, al principio, me resultaron tan indiferentes como el resto de personas con las que me había tenido que interactuar; sin embargo, dos de ellos hicieron que la sangre de todo mi cuerpo quedara congelada al reconocerlos.
Los años que habían transcurrido sin vernos —pues yo apenas había salido de la Corte de Invierno desde aquel desastroso primer viaje y los Torneos no eran de mi agrado, lo que me hacía evitarlos a toda costa— parecían haberles sentado bastante bien a ambos.
El estómago se me retorció cuando contemplé a Kalimac, siempre con una mueca de desdeñosa superioridad —pues él era el Caballero de Primavera, el futuro rey— plasmada en su expresión, y a su inseparable compañero, Oberón. El Caballero de Verano estaba en la flor de su adolescencia y el tiempo que había pasado junto al ejército, el esfuerzo al que debía haberse visto sometido, se dejaba intuir por el modo en que sus prendas se le ceñían a ciertas partes de su cuerpo.
Además, su cabello castaño estaba mucho más corto que cuando nos conocimos... y su rostro había adquirido una dureza que, supuse, era resultado de una intensa instrucción donde sus privilegios como heredero al trono no tenían ningún tipo de valor.
Como si hubiera intuido mi escrutinio, Oberón desvió la mirada en mi dirección.
Me obligué a mantenérsela, recordando la baja opinión que tenía de mí. Observé, no sin satisfacción, cómo el príncipe de Verano me contemplaba con inusitado asombro, quizá asombrado por el cambio que habían obrado aquellos años en mí; cuando sentí que la cuerda se tensaba demasiado, que había tenido suficiente de aquella silenciosa batalla de miradas, le susurré a Nicéfora que buscáramos otro rincón más tranquilo y rompí el contacto visual.
Desde entonces había podido sentir sus ojos sobre mí, tal y como Nif acababa de confirmarme mientras espiaba a la multitud, fingiendo beber de su copa.
Puede que a mi amiga le emocionara saberme el centro de atención del Caballero de Verano, pero lo único que me producía a mí era un nudo de una extraña emoción en la boca del estómago. Ahora que me había visto, ¿me habría reconocido siquiera? ¿Seguiría pensando lo mismo, creyéndome una niñita...?
Una oleada de alboroto entre los invitados me distrajo de mis propios pensamientos, devolviéndome al presente. Enfoqué al rey de Otoño que, en algún momento de la velada, se había situado frente al poderoso tronco del roble y nos sonreía a todos de manera afable mientras su esposa le respaldaba. Cuando alzó su copa, los murmullos de las conversaciones fueron apagándose hasta que todos nos quedamos en un expectante silencio.
—¡Queridos amigos, me gustaría daros las gracias a todos vosotros por encontraros aquí esta noche, acompañándonos en un momento tan especial para mi corte! —empezó, alzando la voz para que su discurso llegara a cada rincón del patio, a cada persona que había allí—. Lammas es una de las festividades más importantes en la Corte de Otoño. Para nosotros, la llegada de Lammas significa la llegada del cambio —giró su rostro parcialmente hacia el imponente árbol que crecía a sus espaldas, el indiscutible protagonista—. Pero, dejando esto a un lado, existe una pequeña costumbre relacionada con la caída de las hojas del Roble Milenario —en el rostro del rey Eógan mostró una sonrisa divertida—: la gente suele coger una de ellas para ofrecérsela a alguien en quien está interesado... —un pequeño coro de risas se elevó de aquellos cortesanos oriundos de aquel lugar—. Aunque sólo sea para conseguir un baile.
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DAMA DE INVIERNO | LAS DOS CORONAS ❄ 1 |
FantasySu destino fue escrito como una tragedia. Mab nunca tuvo una vida fácil, en especial cuando su padre la nombró heredera y futura reina de la Corte de Invierno. Siempre bajo la inquisitiva mirada de aquéllos que no creían que fuera una opción apta pa...