Arleth Bennett se consideraba un experimento jugando a ser normal. Sí, probablemente fuese así. Jugaba a ser alguien, a no ser una mentira, sin embargo, su juego terminó.
Luego de que su identidad fuera revelada a las nuevas personas que más quería...
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La señorita se encontraba nerviosa pues llevaba dos días organizando su idea; si quería que el deseo de su madre se cumpliera debía tener todo listo para presentarlo ante el profesor Rosello y eso estaba por realizar.
El anhelo por tocar para Arleth era difícil de explicar, estaba ansiosa, deseosa de tomar la arpa japonesa una vez más. Cuando decidió buscar su instrumento, que llevaba años oculto bajo polvo en su armario, no imaginó el grado de satisfacción y emoción que sintió. Moría por rozar sus dedos contra las cuerdas a tal punto que le provocaba vergüenza.
Tuvo unos cuantos retos, pero la muchacha no dudo a la hora de preguntar a sus compañeros que tras varios intentos por fin consiguió un grupo de siete estudiantes los cuales aceptaron tocar el koto con ella, Kae estaba agradecida, tan feliz que por poco comenzaba a llorar ahí mismo, la señorita entregó partituras a cada uno, asegurando comenzar los ensayos tan pronto le dieran luz verde para presentarse en el recital de aniversario.
Al hablar con la líder del evento, planteado añadir un nuevo número, se sintió derrotada pues en un principio la joven se negó tan firmemente que parecía destrozar toda esperanza que la japonesa tuviera, sin embargo, Kae no se dio por vencida y se aseguró de que escuchara la propuesta de manera correcta, entonces accedió. La chiquilla no podía manejar la emoción, por un momento quiso abalanzarse a abrazar a su superior, pero retuvo dicho anhelo, escuchó las condiciones para agregarlo, su deseo se volvería realidad siempre y cuando el directo de academia estuviese de acuerdo.
Por lo que, su mayor reto estaba detrás de la puerta. Kae inhaló profundamente, exhalando con la misma fuerza para relajarse y darse valor; miró la hoja de propuesta que traía consigo, anexando la partitura que tocarían, se sentía lista o eso creía, su corazón no dejaba de latir. Decidida abrió el acceso a la sala de profesores, yendo directa al catedrático quien parecía estar revisando algo en su computadora.
— Profesor Rosello, ¿podemos hablar? —Adam levantó el rostro dirigiéndose a la jovencita.
— Seguro, ¿tiene algún problema? —Kae miró alrededor, no le parecía correcto hablar de eso en la sala de profesores.
— ¿Puede ser más privada nuestra charla? —El catedrático aceptó, dejado lo que realizaba para levantarse y guiar a la señorita hasta la sala se asesoramiento.
Una vez en el lugar, ofreció un vaso de agua a la muchachita quien no parecía querer soltar su folder, Kae, sentada delante del profesor, inhaló reteniendo el aire por unos segundos hasta liberarlo. Por su parte, Adam seguía callado intentando dar su espacio a la niña, no forzarla a hablar, la jovencita lucia nerviosa por lo que era mejor esperar.
— Bien... —Sus miradas se encontraron, Adam sonrió buscando relajar a la niña quien suspiró justo después— ¿En qué te puedo ayudar, Kae?
— Es acerca de la academia —Al catedrático le resultaba extraño que la señorita decidiera conversar sobre su institución en la escuela, eso le dejaba suponer que era todavía más personal lo que deseaba tratar— Lo que pasa es... Ah —Kae carraspeó, sus manos sudaban. No podía dejarse vencer por los nervios así que en un arranque de coraje la chiquilla estampó su folder encima del escritorio, asustando a Adam— Quiero tocar el koto para Leth el día del aniversario —Estaba decidida, el pedagogo tardó en reaccionar sonriendo sutilmente al dejar a la jovencita continuar— Ya he armado el grupo, al comentarles la idea les encantó y aceptaron ser parte del número, también hablé con el director de orquesta, añadir nuestra presentación al evento no supondrá un problema, tocaremos con la filarmónica como está previsto... —La expresión neutra del profesor no sabía interpretarlo, ¿era algo bueno o malo? — Todos están de acuerdo, pero solo será un hecho si nos da su permiso.