Los días felices.

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Jennie y Lisa se adoraban. Cada mañana, la que primera que despertaba, bajaba a hacer el desayuno para la otra. Había algunos días en que las dos despertaban casi al mismo tiempo, así que permanecían en la cama mientras se abrazaban y fingían dormir un poco más. Cuando bajaban a preparar el desayuno juntas, le servían a Louis su desayuno también, que cada día crecía un poco más.

Habían dejado de comer en la habitación, así que todos los días, se sentaban en el comedor a desayunar, mientras hablaban de lo que habían soñado, de las noticias que había en las redes sociales, de la nueva música que salía; por fortuna, la música era algo que las mantenía muy unidas. Cuando terminaban, ordenaban juntas la cocina y subían a ponerse ropa deportiva. Cada día decidían entrenar de formas diferentes. Algunos días salían al jardín a hacer algo de yoga, otros días salían a trotar algunos kilómetros en los alrededores, pero había ocasiones en las que se quedaban en casa y Lisa intentaba enseñarle a Jennie a bailar los diferentes estilos que ella sabía, esos eran los días favoritos de Jennie, le encantaba ver bailar a Lisa. Lo hacía con tanta facilidad, sus movimientos eran delicados y premeditados, pero también sexys y provocativos.

Cada vez que Lisa pretendía enseñarle a bailar a Jennie, inevitablemente terminaba bailando para ella, y Jennie, inevitablemente terminaba besándola apasionadamente para luego desvestirla. Después de una de semana de estar viviendo juntas, habían conocido el amor en cada espacio de la casa. Eran muy felices. Solían tomar baños juntas y el resto del día lo decidían antes de vestirse. A veces querían quedarse en casa, así que sólo se ponían alguna pijama y se metían bajo las cobijas a ver películas; a la hora del almuerzo pedían algo de comer y regresaban a la habitación luego de almorzar.

Algunos otros días, decidían salir de casa a explorar la ciudad. Caminaban de la mano, a veces corrían, les gustaba visitar parques, ver a las personas que iban, a los niños, a los perros; les gustaba alimentar palomas y sentarse en el césped. Comían alguna golosina que encontraran en el camino, tomaban café en cualquier lugar que encontraran y regresaban a casa a preparar el almuerzo. Otros días, salían en el auto de alguna de las dos y visitaban sus sitios favoritos de la ciudad, aunque había una regla: cada una sólo podía enseñarle a la otra un lugar en cada salida y debían decir por qué ese lugar era importante.

Justo a las dos de la tarde, sin importar el día que fuera y las actividades que hubieran hecho, cada una ensayaba durante dos horas. Lisa se ponía sus audífonos y bailaba en la estancia mientras Jennie tocaba el piano y a veces componía algo de música para canciones que había escrito. Finalizado el ensayo, Lisa tomaba otro baño y mientras lo hacía, Jennie se dedicaba a escribir, todos los días escribía algo. A veces escribía cómo se sentía, a veces escribía poemas para luego ponerles música, a veces historias cortas y menudo escribía canciones para Lisa.

- Si algún día me pasa algo, quiero que leas este libro ¿De acuerdo? - Decía Jennie cada vez que Lisa salía de bañarse.

Lisa se sentaba a su lado, la besaba y respondía:

- Nunca te va a pasar nada. Te amo.

Algunas tardes las pasaban en casa de Rosé con Sophie, otras en casa de Sophie con Rosé; todas se habían vuelto muy unidas, especialmente después de lo que había pasado con la señora Manoban, era la manera que tenían de dejarle saber a Jennie que no estaba sola. Les gustaba hablar de la universidad, de los famosos, de música, de sus composiciones y a veces de sus sentimientos. Jennie se sentía profundamente agradecida de tenerlas y se los hacía saber todo el tiempo.

Las tardes en las que no salían, las pasaban con Louis jugando, leyendo algunos libros, jugando juegos de mesa, horneando pasteles o galletas o sólo bajo las cobijas viendo el tiempo pasar. Aquellos días en que se quedaban en casa, preparaban la cena juntas y cenaban en el comedor para luego tomar una copa de vino. Lo días en que decidían cenar afuera, por lo general, luego de comer iban al cine a ver la película que tuviera la última función para luego llegar a casa agotadas e ir directo a dormir.

Siempre procuraban llamar a los señores Manoban por lo menos 4 veces a la semana. Jennie ya había conocido al señor Manoban, se habían llevado muy bien y él la adoraba, siempre repetía lo ansioso que estaba de regresar para poder conocerla. Para alivianar un poco el ritmo de vida nómada que llevaban más las obligaciones que tenían con Lisa y ahora con Jennie, los señores Manoban decidieron que las dos serían las nuevas administradoras de la galería de la ciudad, lo cual no era un trabajo muy complicado y les ayudaría a todos. Lo que las chicas debían hacer era responder al teléfono cada vez que algún empleado las contactara, hablar con los curadores en caso de necesitarse alguna gestión personal y asistir a las inauguraciones de las exposiciones.

Los días pasaban y las chicas no terminaban de comprender de dónde había llegado tanta felicidad al mismo tiempo. Cuando se enamoraron, nunca pensaron que vivir juntas sería posible, mucho menos tan pronto. Sin embargo, había noches en que Lisa se despertaba a la madrugada y encontraba a Jennie encerrada en el baño llorando; no porque fuera infeliz con ella o porque algo le faltara, sino por lo que había pasado con su familia. En todos los días que habían pasado, su madre no la había llamado ni le había escrito. Cada vez que eso ocurría, Lisa le traía un poco de agua, la abrazaba, la consolaba hasta que dejaba de llorar y la llevaba a la cama para acostarse a su lado y abrazarla hasta que se quedara dormida.

La vida juntas era muy feliz, a pesar de todo y en un par de días sería el recital de piano más importante del año para el que Lisa había comprado los boletos. Casi todo era perfecto y las dos  querían aferrarse a ese momento y vivir en él para siempre.

Por primera vez. [Jenlisa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora