Vamos a mi casa.

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Jennie se dio la vuelta, mirando al suelo, y al levantar la mirada, ahí estaba Lisa, imponente como siempre. No sabía qué responder, no podía pensar, no podía hablar, estaba atónita. Pensaba que todo el plan había salido a la perfección ¿Cómo había sabido Lisa que era ella? ¿Valía la pena intentar negarlo?

- Responde - Dijo Lisa con un tono serio -.

Las dos permanecieron en silencio, el estacionamiento estaba casi vacío. Jennie volvió a mirar al suelo durante largos segundos y por fin respondió:

- Sí, Lisa. Soy yo.

- Tenemos que hablar - Dijo Lisa abriendo la puerta del copiloto del auto de Jennie para subir -.

Jennie la miró confundida y entró al auto. Se sentó en el puesto del conductor y esperó en silencio. No sabía si debía hablar primero o esperar a que Lisa le dijera algo, pero mientras pensaba en ello, Lisa dijo:

- Vamos a mi casa. Yo te indico cómo llegar.

Jennie no dijo ni una palabra, puso el auto en marchar y permaneció callada hasta llegar a casa de Lisa. Una vez allí, estacionó y se bajó. Lisa abrió la puerta y la invitó a pasar, pero no parecía enojada. Las manos de Jennie sudaban, estaba temblando, no sabía si podría hablar, no tenía una explicación coherente para nada de lo que había hecho después del día en que almorzaron juntas, estaba siguiendo sus sentimientos. Lisa la invitó a sentarse en el sillón de la sala y le trajo un vaso con agua. Jennie bebió un poco, sentía que el corazón le latía tan fuerte que lo podía escuchar. Jamás se había sentido así de nerviosa, ni en sus recitales.

- Quiero saber todo - Dijo Lisa quitándose la chaqueta y sentándose al lado de Jennie -.

- ¿Qu... qué quieres saber? - Jennie tartamudeaba por los nervios -.

- ¿Por qué escribiste eso? ¿Por qué me invitaste a salir hoy?

- Lisa, no tengo una explicación, perdón.

- Es decir que todo fue un juego ¿Querías jugar conmigo? Pretendiendo ser alguien que no eras para luego burlarte de mí.

- ¡No, no, no, no, no! Por favor, no pienses mal - Dijo Jennie, sabía que tenía que decirle la verdad o perdería cualquier oportunidad que le quedara; se cubrió la cara con ambas manos, permaneció así algunos segundos y después de un suspiro, agregó -. Verás, Lisa, después de que fuimos a almorzar juntas, no he podido dejar de pensar en eso, no he podido dejar de pensar... - Jennie secaba sus manos en su pantalón, sentía que sudaban cada vez mas - En ti, Lisa. No he podido dejar de pensar en ti y en lo que me dijiste. No sé a qué te referías, pero yo tampoco me había sentido así nunca antes. Y, para ser sincera, no me sentí como me siento con mis amigos. Fue algo mucho más profundo, mucho más íntimo. La entrada en mi blog la escribí sin imaginarme que la fueras a leer nunca, es decir, aún no sé cómo te topaste con ella, pero nunca fue parte de mi plan. Y después de que me escribiste, sólo pareció tan fácil invitarte a salir si pensabas que era un chico. Sentía que era la única forma en que no me rechazarías. Perdóname, Lisa, no quise ofenderte, ya me voy.

Jennie se levantó del sillón y tomó su bolso. De inmediato, sintió cómo Lisa la tomaba de la muñeca para que no se fuera, la miró y le hizo un gesto para que se volviera a sentar. Lisa se sentó de lado para mirar a Jennie, que hizo lo mismo. Estaban frente a frente, como aquella tarde en el restaurante. Lisa la tomó de las manos, era la primera vez que se tocaban:

- En el fondo esperaba que fueras tú.

Al escucharla decir eso, Jennie sintió alivio y una emoción desbordante. 

- ¿Por qué tiemblas? - Agregó Lisa mientras estrechaba un poco más las manos de Jennie -.

- Tenía mucho miedo de que me rechazaras - Respondió Jennie, que en toda la conversación no la había mirado a los ojos ni una vez -.

- Yo también tengo miedo, Jennie. Cuando dije que nunca me había sentidos así con alguien no mentía, y cuando le dije al escritor misterioso que había conocido a alguien que me había hecho sentir diferente, me refería a ti. No sé qué tienes, Jennie, pero me haces sentir que está bien ser yo. Me haces sentir que estamos solas en el mundo.

Jennie no podía creer lo que acababa de escuchar. Lisa Manoban sentía lo mismo que ella, se lo estaba diciendo. Jennie le estrechó las manos con fuerza y no pudo contener las lágrimas, Lisa la abrazó con delicadeza y acomodó la cabeza de Jennie en su pecho.

- ¿Por qué lloras? - Preguntó con ternura -.

- Tenía mucho miedo de que me rechazaras. Es decir, mírate ¿Por qué te ibas a fijar en alguien como yo?

- Todo el mundo se fijaría en ti, Jennie, eres hermosa y tienes esa magia inexplicable.

Jennie levantó la cara y miró a Lisa a los ojos por primera vez, eran oscuros y profundos, contrastaban a la perfección con su largo cabello ondulado y su piel clara. Su cara era preciosa, sus cejas pobladas se podían ver a través de su flequillo rubio y su boca con un tono rosa natural parecía tan suave. 

- Me gustas, Lisa Manoban, y no importa cuál sea tu respuesta, estoy feliz de habértelo podido decir.

Lisa miró a Jennie durante unos segundos, se veía adorable con su diadema y esa blusa le quedaba hermosa. Realmente le gustaba y estaba muy feliz porque fuera ella el escritor misterioso, sentía que la vida estaba acomodando todo para que pudieran estar juntas. Jennie acababa de decir algo que Lisa no había podido procesar pues estaba concentrada en sus ojos oscuros y su piel de porcelana. Cuando por fin repasó lo que Jennie había dicho, Lisa se arrodilló en el sillón, se apoyó con ambas manos a los lados de las piernas de Jennie e inclinándose un poco hacia adelante respondió:

- Tú también me gustas, Jennie Kim.

Jennie no había dejado de mirar a Lisa y al verla tan cerca, giró su cara un poco y miró al suelo nuevamente. Lisa la tomó de la mejilla con delicadeza y levantó su cara, la miró un instante y se acercó un poco más a ella. Podía sentir la respiración agitada de Jennie, así que le tomó la mano y la puso sobre su pecho, el corazón de Lisa también latía muy fuerte. Jennie sonrió. Lisa puso nuevamente su mano sobre su mejilla, esta vez se acercó decidida y la besó. Jennie pasó sus brazos al rededor del cuello de Lisa y la acercó todo lo que pudo mientras la besaba de vuelta. Fue un beso apasionado, desesperado, necesitado; de entre todos los finales que podía haber imaginado para aquella noche, ese era el mejor.

Por primera vez. [Jenlisa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora