¡BANG!
¡BANG!
El eco retumbante de un par de disparos chocaba en las paredes de la habitación.
-¿Jaime, escuchaste eso?- dijo la señora Elena agitando rápidamente a su esposo en la cama.
- Si, lo escuché.- respondió aquel.
El hombre se levantó rápidamente de su cama con su pijama de rayas azules arrugada, se acercó al reloj, eran las 3:04 de la mañana de un miércoles, se asomó por la ventana a medio limpiar de su cuarto, el frio la había empañado así que con la manga limpió parte de esta para poder observar a través de ella. Un grito de una mujer se escuchó e inundó la habitación. La señora Elena se levantó de la cama y se colocó al lado derecho del hombro de su esposo.
-Los gritos vienen de la casa de al lado- dijo Jaime.
-Hay que llamar a la policía, podría estar pasando algo malo apresúrate.
Jaime se colocó las pantuflas y rápidamente baja las escaleras de la casa, estaba oscuro su respiración era acelerada, estaba asustado. Tomó el teléfono, y se apresuró a la marca.
¡BANG!
Otro disparo había salido de la casa.
-¿Elena te encuentras bien?
-Sí, llama rápido.
Su mirada era la de una persona asustada no sabía que pensar. Por suerte ellos no eran los únicos preocupados, sus vecinos del frente habían salido, eran unas personas jóvenes y agradables a veces, el hombre llevaba un bate de béisbol y la mujer llevaba un teléfono en la mano.
-Elena ya vienen para acá, al parecer ya han recibido otra llamada referente a esto.
Elena seguía preocupada, bajo rápidamente las escaleras y se reunió con su esposo. Otro grito ensordecedor se apoderó de la habitación, era otra vez la mujer pero esta vez estaba acompañada por una voz masculina. Elena y Jaime se miraron y decidieron salir afuera.
La calle no estaba sola un grupo de no menos de seis personas estaban afuera con sus teléfonos llamando parecían desesperados, pero quien no lo estaría en esa situación. La policía se había tardado mucho y en eso otro disparo se escuchó, ya no se oía a la mujer gritando, todos se temían lo peor hasta que otro disparo se escuchó adentro. Hubo un silencio total, dentro de la casa ya no se oía nada, todos intercambiaron miradas hasta que un señor no muy mayor decidió hacer frente al asunto, tomó el bate del joven y se dirigió a la puerta de la casa, tocó a la puerta pero nadie salió, trató de empujarla, pero para su sorpresa la puerta se abrió lentamente, él sentía miedo, avanzó lentamente por la habitación pero un horrible cuadro se le apareció en frente, una mujer de aproximadamente unos ventipocos años yacía frente a él, muerta, su charco de sangre se empezaba a extender por el piso, los cabellos de la nuca se le erizaron tenía la piel de gallina, pero algo lo hizo petrificarse repentinamente, en el centro de la sala a medio cubrir se encontraba un espejo. El hombre se acercó a él, extendido su mano y lo desvistió por completo.