Tu cachorro

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Emilio POV

Al terminar de cenar le pedí que fuera a la sala mientras limpiaba la cocina, podía ver en su rostro lo cansado que estaba, debía ser por el ataque que había tenido o el transformarse en mitad del día, ya que, los omegas más jóvenes podían encontrar agotador cambiar de forma de un momento a otro, lo enviaría a dormir después de hablar con él.

Tarde veinte minutos en terminar de recoger todo, los platos estaban limpios y la barra vacía, solo quedaba regresar un par de cosas a la alacena, mientras lo hacía encontré los dulces que Joaquín había elegido días atrás, todos seguían sin ser abiertos colocados perfectamente en los gabinetes, elegí uno al azar y saqué un paquete para él, era natural querer mimarlo después de verlo llorar durante tanto tiempo.

En cuanto crucé la puerta para entrar a la sala sus ojitos somnolientos se encontraron con los míos, le dediqué una sonrisa y me senté a su lado, su mirada era curiosa, me seguían con mayor intensidad que antes, aunque quizás solo era lo grandes que se veían sus ojos después del día que había tenido.

―Tienes sueño. ―susurré llevando la palma de mi mano a su mejilla, él suspiró recargando su rostro en ella con singular agrado, los omegas eran seres tan delicados y suaves que era imposible no desear cuidar de ellos, pero con Joaquín aquello se volvía una necesidad incontrolable de protegerle. ―Te traje esto. ―añadí colocando el bombón con chocolate en sus manos, personalmente prefería los que preparabas en las fogatas, pero si ese le hacía feliz, le compraría tres docenas más.

― ¿Puedo comerlo ahora? ―musitó con su vocecita aun ronca, sonreí a medias y asentí.

―Pero antes quiero que me expliques que paso. ―murmuré mirándole con intensidad, sabía que, si usaba mi voz de alfa, él me diría todo sin rechistar, pero prefería que se sintiera cómodo para hablar de ello y que supiera que podía contarme cualquier cosa. Forzarlo con la voz, sería simplemente cruel.

Su cuerpo se tensó un instante, sus dedos jugaron con el empaque de los bombones y su mirada evitó la mía nerviosamente.

―Le dije a Diego que eres mi alfa. ―susurró con la voz entrecortada, esperaba que su respuesta no lo llevara hasta las lágrimas de nuevo. ―Y le pregunté unas cosas sobre los alfas... no me gusto su respuesta. ―musitó sin mirarme aún, fruncí el ceño pensando si debía indagar más a fondo en el tema o si debía darle su espacio, pero la idea de que llegara a temer que le hiciera daño no iba a dejarme tranquilo a menos que preguntara.

― ¿Qué le preguntaste? ―pasó la punta de la lengua sobre su labio inferior, pensativo, como si estuviera eligiendo las palabras correctas o si temiera contarme toda su conversación.

―No estoy acostumbrado a tu aroma, en realidad, no estoy acostumbrado al aroma de ningún alfa, el único con quien tenía relación era mi padre y no es lo mismo a estar cerca de ti. ―comenzó en un murmullo que, de no estar en completo silencio, me habría costado escuchar. ―Y sé que solo he estado aquí unos días, pero mi omega no ha dejado de estar todo exaltado desde que me mude, todo el tiempo estoy perdido en tu aroma, me siento aturdido si estás cerca. Es una sensación nueva, pero extrañamente no me molesta. ―confesó con las mejillas sonrojadas y mirada baja, mi alfa sintió algo parecido a la satisfacción y lleve mis dedos hasta sus chinos para acomodarlos en su sitio. ―Solo quiero aprender a controlarlo porque temó molestarte.

―No voy a molestarme. ―respondí sin pensarlo, Joaquín podía dar vueltas a mi alrededor el día enteró y yo lo dejaría si eso le hacía feliz. Haría cualquier cosa para evitar volver a ver sus ojito llenos de lágrimas.

―Diego dice que no puedo controlarlo, porque así pasa cuando un omega está con un alfa, pero también me dijo que después de que tenga mi celo, tú podrías sentirte igual. ―explicó levantando su mirada hasta la mía. ―No quiero que mi aroma haga que me alejes, me gusta estar aquí contigo y sé que puedo controlarme, pero no sé cómo hacer que mi aroma no cambie. ―farfulló con su rostro ensombreciéndose poco a poco. ―Y si terminas odiándolo porque te marea o lo percibes igual que yo el de Eduardo, me vas a mandar de vuelta con mi papá y no volverás a visitarme. Ya no volveremos a vernos nunca. ―en cuanto sus ojos se llenaron de lágrimas mi alfa le tomó del brazo atrayéndolo a mi pecho de manera protectora.

CachorroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora