Lo salvaste

3.7K 424 771
                                    

Emilio POV

Las horas pasaban sin que nadie me diera información sobre Joaquín, doctores y enfermeros entraban y salían por la misma sin siquiera detenerse a mirar la sala de espera, el lugar estaba prácticamente vacío, solo había una mujer a unas bancas de distancia con rostro crispada y mirada perdida, supuse que mi estado no era muy diferente al suyo, había entregado las hojas horas atrás y ahora no podía despegarme de aquel lugar, por miedo a que Alejandra no me encontrará si ocurría cualquier cosa dentro.

Cerré los ojos un segundo, luchando con no quedarme dormido y los recuerdos de ese día dieron vueltas en mi memoria, desde el momento en que escuché su voz, hasta el instante en que vi al maldito de Eduardo tratando de marcarlo, abrí los ojos cuando la sangre de éste corrió entre mis piernas, nunca había actuado así en mi vida, no podía procesar lo que había hecho, pero cuando lo vi a punto de morderlo en contra de su voluntad y los ojitos de mi castaño me miraron como si hubiera estado esperando por mí todo ese tiempo, no pude controlarlo, la rabia que sentí, la frustración e impotencia que me llenaron día con día, estallaron sin poder detenerlas.

―Emilio. ―levanté la mirada hasta Alejandra, saliendo de mis pensamientos y poniéndome de pie.

― ¿Cómo está? ―murmuré intentando mantener mi necesidad de verlo a raya, pero inevitablemente mi mirada cayó en la puerta por donde se lo habían llevado, como si fuera a salir por ahí en cualquier momento.

―Logramos bajar la fiebre, está dormido ahora. ―explicó con una sincera sonrisa. ―Tuve que pedir un análisis completo de sangre para asegurarme de que todo esté bien, pero tardará unas horas en estar listo, así que creí que te gustaría entrar a verlo, está en una habitación privada, puedes quedarte con él. ―le dediqué una mirada agradecida y asentí, cruzamos la puerta por donde salió y me llevó hasta el cuarto donde mi castaño dormía, solté el aire que no me había dado cuenta estaba conteniendo al ver que lo único que tenía conectado era una especie de suero. ― ¿Dónde estaba?

―Eduardo lo tenía encerrado. ―murmuré acercándome a él y tomando su mano entre las mías, no quería volver a soltarlo nunca más. ―Sabía que él no huiría sin decir nada.

― ¿Quién es Eduardo? ―preguntó con el ceño fruncido y suspiré intentando que la imagen de su rostro pálido no se adueñara de mis pensamientos.

―Un socio de su padre y mío, Uberto quería que Joaquín se casará con él antes de que lo llevará a vivir conmigo. ―expliqué acariciando la piel de mi castaño, le habían quitado la ropa que le puse para colocarle la bata de hospital, lo que dejó sus brazos al descubierto, tenía marcas en las muñecas y rasguños a lo largo de su antebrazo, me tensé enteró sintiendo a mi alfa rugir furioso. ―Lo lastimó.

―Lo sé, tiene marcas en varias partes del cuerpo, en especial en brazos y piernas, parece que intentó defenderse. ―el recuerdo de sus gritos me llevaron a esa maldita casa de nuevo y agité la cabeza, no quería seguir pensando en eso.

―Estaba intentando marcarlo cuando los encontré. ―murmuré mirando fijamente su cuello, mi marca se había desvanecido dejando apenas una cicatriz como muestra de que una vez estuvo ahí, pero por suerte, no había nada más. ―Me llamó ayer por la mañana, dijo que le dolía y que quería volver a casa. ―susurré besando sus dedos mientras una silenciosa lágrima recorría mi mejilla. ―Paso semanas enteras con ese maldito enfermo...

―Está bien, lo salvaste. ―murmuró dándome una palmada en la espalda. ―Llamaremos a la policía y podrá hacer una denuncia. ―asentí aun cuando sabía las consecuencias que eso traería para mí, quería que mi castaño tuviera justicia incluso si eso me enviaba a prisión. ―Hiciste lo correcto, Emilio.

CachorroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora