¿Ha sido tu primer beso?

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Joaquín POV

El camino a casa se me hizo eterno, el calor en mi cuerpo incrementaba con cada minuto que pasaba, así que me había deshecho del saco, el moño y abrí los primeros botones de mi camisa, pero no estaba ayudando mucho, tenía la respiración pesada y mi omega sollozaba desesperado porque Lio volviera a sostenerlo en brazos.

―Tranquilo, bebé. ―murmuró con la voz contenida llevando su mano a mi mejilla en un alto, suspiré sosteniéndolo con fuerza contra mi piel, el alivio no era suficiente y un gemido de dolor salió de mi pecho dándole paso a las lágrimas de desesperación.

―Quema. ―clamé en un lamento casi doloroso, su rostro estaba tenso, al igual que la mano con que sostenía el volante, sus nudillos estaban casi blancos y podía ver como la manzana de Adán en su garganta subía y bajaba, emitiendo ligeros suspiros de frustración. ―Te necesito. ―sollocé con las lágrimas inundando mis ojos.

―Ya casi llegamos a casa. ―farfulló mirándome intensamente, los autos empezaron a avanzar y tuvo de dejar de acariciar mi mejilla para volver a conducir, me omega se enterró en el asiento, aferrándome a las orillas del asiento para evitar que mis manos tomaran las suyas.

¿Cómo podría soportar esto una vez al mes por el resto de mi vida?

El ardor era intolerable, sentía que me estaba quemando desde mi interior y sin importar cuanto quisiera apagar el fuego, éste solo se avivaba con cada suspiro que salía de mis labios. No podía dejar de llorar preso de la impotencia y agobio que controlaba mis pensamientos.

Mi omega rogaba por cosas que no entendía, nunca nos hablaron de esto en la escuela, nadie dijo que dolería tanto.

Emilio detuvo el auto frente a la casa y me deshice del cinturón en un impaciente movimiento, caí de rodillas apenas abrí la puerta rodeándome con los brazos, no paso ni un minuto antes de que Lio me levantará hasta que mis piernas no tocaran más el suelo.

―Necesitas calmarte, cariño. ―murmuró limpiando mis lágrimas con el ceño fruncido y la mirada consternada. Enrede mis piernas en su cuerpo y me deshice en su pecho, empujando el saco para quitarlo de en medio. ―Joaquín.

― ¡Quítalo! ―exigí frustrado por el fracaso obtenido. Emilio suspiró pesadamente y nos llevó dentro de la casa, el silencio era únicamente interrumpido por mis lamentos mientras subíamos las escaleras, sus manos recorrían mi espalda, pero la ropa no dejaba que lo sintiera como lo necesitaba.

Me dejo sobre mis pies en mitad de su habitación y sostuvo mi rostro cuidadosamente entre sus manos, podía ver en sus ojos que también anhelaba el toque entre nosotros, mi omega podía sentir la necesidad de su alfa y solo podía hipar confundido por la espera que me hacía pasar.

―Necesito que respires. ―susurró mirándome a los ojos, un hueco en mi vientre de pura desilusión me trajo una nueva ola de sollozos. ―Bebé, por favor.

―No quiero respirar, quiero que alivies el ardor. ―sollocé tomando sus manos guiándolas al inicio de mi pecho, su cuerpo se tensó y lleve mis dedos al resto de los botones de mi camisa hasta que mi pecho quedo completamente desnudo, tome su muñeca para guiarlo suavemente por mi cuerpo. ―Así. ―susurré llevándolo lentamente hacia abajo, con mi piel erizándose bajo su toque, suspiré recargándome en su pecho, seguía sin ser suficiente, el calor solo se iba en los lugares donde me tocaba, mientras el resto de mi cuerpo seguía hirviendo. ―Por favor.

―No entiendes lo que me pides, Pup. ―susurró en mi oído, su aliento me hizo temblar desde la nuca hasta los pies e incline el rostro mostrándole el cuello inesperadamente consciente de lo que mi omega pedía.

CachorroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora