Siempre supe quien eras

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Joaquín POV

Kat se mantuvo a mi lado por un rato más, recorriendo mi espalda con sus manos como si con eso pudiera calmar mi llanto, mientras el peso de todos esos días caía en mis hombros, estaba asustado con esas horribles pesadillas, mi marca no dejaba de doler sin importar lo que hiciera para quitar el ardor, estaba cansado todo el tiempo, mi omega no dejaba de sollozar en una esquina al fondo de mi cabeza y ahora me sentía enfermo, lo único que quería era poder regresar el tiempo a cuando mi Lio no me odiaba.

Pasaron largos minutos hasta que Kat volvió a pedirme que me recostará mientras iba a buscar el medicamento para la fiebre y una vez estuve solo escuché el auto de Emilio derrapar en la entrada, dolía escucharlo irse y saber que no regresaría a dormir, que el Lio que conocía como a la palma de mi mano se había perdido en un hombre que no reconocía.

Tome la medicina que Kat consiguió para mí y no tardé en quedarme dormido, por primera vez en toda la semana las pesadillas se detuvieron, tal parecía que estaba tan cansado que ni siquiera era capaz de soñar. Al despertar lo único que podía ver era la oscuridad de la habitación, era de noche ahora, seguramente Kat se había ido a casa y estaba solo de nuevo.

Me levanté de la cama para ir a cambiarme por ropa más cómoda, mi estómago hacía ruidos raros y mi marca dolía haciéndome jadear bajito cada cierto tiempo, me vestí en mitad armario agarrándome de las paredes para evitar caerme, no tenía fuerza en las piernas y me tambaleaba torpemente si no tenía algo donde sostenerme.

Baje a la cocina sabiendo que no habría nadie esperando por mí, Kat había dejado un plato en el horno para mí con una nota que decía por cuanto tiempo debía calentarlo y que había dejado un regalo para mí en el refrigerador.

Puse la comida a calentar antes de buscar su obsequió y sonreí genuinamente al ver el pequeño pastel con una velita encima, había olvidado por completo mi cumpleaños, revisé la hora en el reloj de la cocina confirmando que ya era sábado y oficialmente tenía diecisiete años.

El silencio de la casa se volvió más latente, mi marca dolió un poquito más y una parte de mí dejó ir la idea que me había hecho sobre esta fecha, la imagen de nosotros juntos comiendo pastel en la sala, nuestra larga charla sobre todas esas cosas que prometió explicarme, un regalo real y no algo que parecía comprado de último momento en el supermercado. Él ni siquiera iba a venir a casa.

De pronto ya no tenía hambre, tomé el pastel que seguramente estaría delicioso y lo tiré a la basura, no quería festejar nada si iba a ser solo otro cumpleaños completamente solo, me deshice también de la comida que Kat dejó para mí y subí a mi cuarto, el olor amargo me siguió por los pasillos revolviéndome el estómago, empezaba a creer que era yo quien desprendía ese horrible aroma.

Me senté en el centro de la cama, escuchando únicamente mi respiración, tomé el teléfono sin saber si debía esperar al menos una llamada, era el primer cumpleaños que pasaría lejos de casa, quizás mi papá llamaría o quizás Diego enviaría un mensaje, pero, aunque agradecería el gesto, no era de quien quería escuchar.

Cuando volví a abrir los ojos, tenía una llamada perdida de Diego y un mensaje felicitándome, una nota de voz de Niko cantando desafinadamente las mañanitas y un simple mensaje de mi papá diciendo "Feliz cumpleaños".

No había nada de Lio.

Estaba por tirarme en la cama de nuevo, deseando no despertar sino hasta que hubiera terminado el día, cuando escuché ruidos que venían de la cocina, una pequeña esperanza se abrió paso en mi pecho, Kat no trabajaba los fines de semana, solo podía ser él, preparando el desayuno para los dos, quizás, aunque fuera únicamente por hoy, haríamos una tregua y pasaríamos el día juntos.

CachorroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora