El aroma de mi alfa

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Joaquín POV

Era lunes por la mañana, me levanté temprano para tomar un baño y arreglarme para la escuela, en casa el chofer de mi padre me llevaba todos los días, pero anoche Lio me avisó que él se encargaría de dejarme antes de ir al trabajo y no quería retrasarlo más de lo necesario.

Al bajar a la cocina, Lio ya estaba ahí, llevaba un traje completo y había preparado el desayuno para los dos, me sorprendió un poco lo bueno que era en la cocina, cuando éramos niños su mamá preparaba los mejores almuerzos que pudiera imaginar, pero no sabía que le enseñó todo lo que sabía.

― ¿A qué hora debes estar en la escuela? ―exclamó sirviendo tocino y huevo en dos platos, le observé curioso por la pulcritud en su ropa, claro que lo había visto antes en atuendos tan formales, pero estaba acostumbrado a que estuviera más relajado cuando iba de visita a casa.

―A las nueve cierran las puertas. ―respondí tomando un vaso para servirme jugo de naranja, colocó ambos platos frente a dos bancos en la barra, sirvió una taza de café para él y tomó asiento a mi lado.

―Tenemos tiempo, desayuna tranquilo. ―musitó llevando uno de mis chinos detrás de mi oreja, los había peinado lo mejor posible, pero siempre tenía al menos uno saliéndose de su lugar. ―El viernes traerán todas tus cosas y creo que puedo tomarme el sábado para ayudarte a ordenar todo. ―anunció tomando un pedazo de tocino entre sus dedos.

Asentí estirándome para agarrar una tostada de la barra, coloqué el huevo encima y las dos rebanadas de tocino, Lio me observaba con extrañeza al levantar la mirada, le sonreí confundido y mordí mi tostada recién preparada.

―No sabía que seguías haciendo eso. ―susurró llevando la punta de su dedo a la comisura de mis labios, limpiando las migajas que el pan había dejado.

― ¿Por qué tú no lo haces? ―murmuré con un ronroneo por parte de mi omega por su gentil toque. ―Es delicioso.

―No lo sé, cuando me fui a la universidad perdí la costumbre de hacerlo. ―explicó encogiéndose de hombros, su madre me enseñó a hacerlo a los cuatro años, no sabía usar bien el tenedor y tiraba la mitad de mi comida, Emilio comenzó a hacer lo mismo después de que le di a probar mis tostadas.

Era uno de mis desayunos favoritos.

―Deberías hacerlo de nuevo, mira, prueba la mía. ―exclamé colocándola frente a su boca, sonrió por mi acto y mordió una esquina de ésta, sonreí satisfecho llevándomela a los labios también.

Al terminar de comer subí de nuevo a lavarme los dientes, Lio hizo lo mismo y después ambos salimos de la casa rumbo a mi escuela, en el camino la radio invadió el auto con canciones que no reconocía del todo, pero las letras me llamaban la atención, en especial las que él tarareaba sin darse cuenta.

Su aroma estaba en todas partes del auto, no importaba a donde me moviera me golpeaba como una ola poniendo a mi omega de un humor extraño, estaba curioso y aturdido, una combinación que no recordaba haber sentido antes con ninguno de los alfas que mi padre llegó a presentarme.

Mi omega se veía inmerso en todo él, no podía apartar la mirada de su perfilado rostro, ni pensar en otra cosa que no fueran su perfectos rasgos, era como si el mundo ahora fuera Emilio y yo la luna que giraba a su alrededor.

Al llegar al colegio detuvo el auto a unos metros de la entrada, estacionándose por completo, faltaban veinte minutos para el cierre de la puerta, me colgué la mochila al hombro y le miré con una sonrisa, antes de salir me había entregado una de sus chaquetas, me quedaba grande, pero mi omega se regocijaba en su aroma.

―Mi chofer se encargará de pasar a buscarte después de clases, si necesitas comprar cualquier cosa para tus tareas solo díselo y te llevará a donde quieras. ―murmuró girándose a mirarme, mi omega frunció el ceño, creí que iríamos juntos a casa.

CachorroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora