18. Los Grimes.

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¿Qué estaba más rico?

¿Una tarta de chocolate o una de nata? 

¿Unas galletas saladas o una tortilla de patata? 

¿Rick o Carl?

—Difícil decisión—me digo a mi misma mientras me veo en el reflejo del espejo de mi habitación. 

Aquellas peguntas me venían a la cabeza durante la última semana tras tener una pequeña discusión con Enid. Esa mujer endiablada me tenía demasiado harta, siempre tratando de dejarme mal delante de todos y haciéndose la buena. Yo solo trataba de sobrevivir en el nuevo mundo y estaba dispuesta a todo con tal de seguir respirando cada día. Pero tampoco iba a negar que era una santa, tenía mi lado egoísta y cuando algo bonito se me ponía delante, lo deseaba. No me importaba las consecuencias, si lo quería tenía que ser solo para mí. 

Siempre odié compartir, lo tuyo es mío, y lo mío es mío. 

—Eres mayor para él—me había dicho llena de rabia una mañana en la que un grupo salió de Alexandria a buscar suministros. 

—Solo le saco cinco años—contesto con una sonrisa ladeada—Carl tiene veintidós. 

—Eres una pervertida, que asco.

Sus ojos me recorren de pies a cabeza y me muestra una mueca de desprecio. 

—¿Asco por qué?—me llevo la mano a la barbilla y me hago la pensante—¿Tienes miedo que me acerque a él y lo haga mío? 

Suelto una risa para nada amigable y me hago la indiferente ante su postura de te voy a arrancar los pelos como te atrevas. 

—Eres una mujer mayor, no puedes estar con él. 

—¿Acaso los hombres no están con mujeres menores? ¿Por qué es incorrecto que una mujer esté con alguien menor? Mientras sea mayor de edad, tenga conciencia de lo que hace y acepte, no hay por qué tener asco. 

Enid no tenía fundamento para contestarme pero lo último que dijo me dejó con un objetivo en mente. 

—No eres lo suficiente para él, solo mírate, no tienes nada bueno que ofrecer. 

Y ahí estaba con mi dilema; ¿podía ir detrás de Carl después de haber estado con Rick? 

El mayor de los Grimes era un hombre de diez y en la intimidad de mi habitación me hacía ver las estrellas con tal solo rozarme. Pero solo teníamos sexo ocasional, habíamos aclarado los limites entre ambos y ninguno tenía derecho a nada sobre el otro. Y realmente me agradaba llevar ese tipo de amistad con él, no me interesaba los romances en esta situación, no quería amar a alguien para que después me lo arrebataran de las manos. 

Desde la muerte de mi novio me había cerrado en ese campo al que le llaman amor, no estaba dispuesta a sufrir otra vez. 

¿Podía estar con el hijo de mi amante? 

Sonrío y me encanta el brillo de mis ojos reflejados en el espejo. ¿Qué no tengo nada bueno? Mi apellido debería haber sido; eres demasiado buena para el mundo, cariño. En algún punto de mi vida me dejó de importar lo que pudieran pensar de mi, me enfundé de lleno en mi gran autoestima y el que quisiera destruirla me lo llevaba por delante. Odiaba que me provocaran con intención, odiaba que alguien pensara tener la posibilidad de acabar con la persona que me costó años construir. Y tras el apocalipsis no había poder humano que pudiese conmigo, me había vuelto incluso inmune a los sentimientos y... más fuerte. 

Así que como Enid me había desafiado yo tenía que aceptar, para que mentir, me gustaba hacer daño cuando alguien me hablaba de mala forma. 

Amaba hacer daño. 

Relatos [TWD]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora