7. Glenn/Maggie

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¿Por qué ese idiota asiático tendría que haber aparecido en la granja? ¿Por qué tiene que ir detrás de Maggie? Verle me hacía dar nauseas, realmente lo odiaba y me apetecía tirarlo por el pozo de agua. Sueno demente. Pero las cosas entre Maggie y yo habían avanzado considerablemente desde el inicio del apocalipsis; un par de besos y un que otro toqueteo subido de tono.

¿Realmente ella necesitaba un pene? Si supiera que con solo usar mi lengua la haría llegar al clímax, dejaría a ese hombre de lado y se centraria en mí.

Vuelvo mi vista al libro y disfruto del cálido día enfundado en aquel enterizo corto. Estaba pensando en hacer un poco de ejercicio, porque necesitaba obtener resistencia por si el grupo nuevo quisiera ponerse en nuestra contra. Levanto mi trasero de la silla y bajo los peldaños de la casa, decido dar un par de vueltas por el recinto como si fuera lo más entretenido del mundo. Mis deportivas avanzan con rapidez por la hierba y de un momento a otro estoy corriendo como una loca de un lado a otro.

Cuando siento que me va a dar un infarto, decido que es hora de parar y darme una ducha fresquita. Saludo a un par de nuevos y sigo en dirección de mi hogar. Mis padres y los de Maggie han sido amigos desde hacía años por lo que mi relación con ella era muy cercana. Demasiado diría yo. Muy tentativa.

Entro a mi habitación y veo que el baño está ocupado. Por mi mente pasan mil escenas por recrear y me muevo como flash para quitarme la ropa. Dejo todo esparcido por el suelo y abro la puerta como si no escuchara que la regadera está encendida. Veo mi cuerpo sudoroso frente al espejo y doy un visto bueno sobre lo sexy que me veo. Amigas, siempre con la autoestima en alto.

Mi mano se dirige hacia la cortina y la abro del tirón.

—Maggie...—llamó alegremente.

Pero en cuando veo un cuerpo masculino frente a mis narices un repentino grito se escapa de mi boca. Oh. Joder. El maldito Glenn grita igual que yo. Los dos nos señalamos a la vez como auténticos idiotas y ninguno hace nada para tapar el cuerpo desnudo del otro. Parece que a pesar los gritos en el fondo examinamos nuestros cuerpos.

Como idiota pongo una mano sobre mis pechos y otra sobre mi entrepierna. Glenn me imita y yo casi me río al ver que también cubre sus pezones. Pero no lo hago. Se supone que todo lo que tenga que ver con él no me agrada en lo absoluto. Intento borrar el pene de este señor y miro hacia otro lado.

—¿Qué coño haces en mi habitación?—logro preguntar con todo el enfado del mundo.

—Maggie también duerme aquí y como el otro baño estaba ocupado me permitió tomar una ducha rápida aquí.

Me molesta que no lo haya consultado conmigo, se supone que también es mi habitación. Y si joder, estoy celosa. ¿Por qué Maggie no me quiere? Preguntarme eso mientras veo al hombre que la ha alejado de mi lado me hace poner más triste de lo normal. Decido salir con la poca dignidad que me queda y dejar que se termine de duchar. Me coloco el albornoz y salgo de la habitación lo más rápido posible.

En chanclas y con el corazón por los suelos salgo por la parte trasera de la casa, donde me siento en las pequeñas escaleras y reflexiono sobre la vida.

—¿Por qué seré tan lesbiana?—pregunto a la nada, cuestionando si había sido correcto haber ido hacia el bando masculino—. Es que me gustan mucho las mujeres, puf, que preciosidad de la humanidad.

—Lo sé, a mi también me gustan mucho—comentan a mi lado.

Me sobresalto como que no quiere la cosa y veo a un hombre de grandes músculos apoyado a la pared de la casa. El olor a tabaco llega a mis fosas nasales y hago todo lo posible para no poner cara de asco.

Relatos [TWD]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora