28. Rosita.

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La veo desde una lejanía prudente y siento los latidos de mi corazón acelerarse, no puedo evitar sentirme nerviosa al verla, porque es tan preciosa, única, inteligente, graciosa y un sin fin de adjetivos que añadiría a su maravillosa personalidad

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La veo desde una lejanía prudente y siento los latidos de mi corazón acelerarse, no puedo evitar sentirme nerviosa al verla, porque es tan preciosa, única, inteligente, graciosa y un sin fin de adjetivos que añadiría a su maravillosa personalidad.

Sabía que su novio era aquel pelirrojo alto y musculoso, pero yo podría ser mejor que él. Yo podría tratarla como se merece, como la reina que es. Aún no podía creer el descaro del hombre al coquetear con otra compañera, Sasha, sin que Rosita lo supiera. Pero yo iba a ser la responsable de que se arrepintiera de jugar con los sentimientos de la latina, porque iba a ser mía.

Me muevo por las calles de Alexandria y hago como si estuviera disfrutando del día soleado, cuando en realidad quería acercarme a ella sin parecer demasiado emocionada. Sabía medir mis gestos cuando una mujer me gustaba, sabia tratarla, cortejarla sin incomodar y que cayera ante mis encantos en el momento perfecto.

Veo a la morena caminar de manera despreocupada y me acerco, enseñándole una breve sonrisa ladeada. 

—¿Cómo está la mujer más hermosa de este universo?—pregunto a modo de saludo.

Ella suelta una risita y detiene su caminata, yo también lo hago.

—No sé si eres amable o me estás coqueteando—contesta entre confundida y divertida.

—Puedes interpretarlo como quieras—le guiño el ojo y noto el rubor de sus mejillas—. ¿Qué hacías?

—He quedado con Abraham para almorzar, pero le ha surgido algo y tiene que salir de Alexandria. 

Aquello me toma por sorpresa, pero trato de no demostrarlo, porque en realidad era un punto a mi favor. Y no, no me importaba que ella tuviera novio, no cuando no la valoraba como se debía, ni la amaba como yo lo hacía. Porque estaba detrás de ella desde que nos encontramos fuera de la prisión, y creo que había esperado demasiado tiempo para confesarme. Ya no podía callar lo que sentía, ni dormir mis celos, no cuando ella estaba perdiendo el tiempo con un hombre que no valía la pena.

—¿Ha ido con alguien?

—Sasha—responde la morena con una sonrisa ingenua—supongo que hacen buen equipo.

Intento no poner los ojos en blanco ante ese acto tan descarado por parte del pelirrojo, y mejor le enseño otra sonrisa ladeada, esas que hacen que la preciosa Rosita se ponga nerviosa y tartamudee.

—¿Sabes quién hace buen equipo?—ella niega—tú y yo. Pegamos más de los que crees, Rosita.

—¿Tú-ú crees?

—Sí, puedo demostrarlo si quieres. 

Rosita examina cada rincón de mi rostro y se enfoca más sobre mis labios carnosos. Me pregunto si los suyos son tan suaves y dulces como me los imagino. Quiero y voy a probarlos. No sé cuando, pero estaba segura de que lo haría. Mis ojos recorren sus bonitos ojos y cada delicada facción que adorna su rostro. Me detengo en su largo y apetitoso cuello, preguntándome si le gustaría sentir mis manos a su alrededor mientras la devoro con mis caderas sobre las suyas.

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