33. Jesús.

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⚠️ADVERTENCIA⚠️ este relato tiene palabras referentes a la muerte y una protagonista con bromas estúpidas.

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No he conocido persona más pesimista y con ganas de dejar de existir que yo. Después de ofrecerme voluntaria para ir en las primeras filas—para enfrentarnos a Negan y su gente—con la idea de que me cayeran veinte balazos en el pecho, resulta que quedo intacta porque las balas de los salvadores han rebotado contra si mismos.

Me quedo de pie a la espera de que todos se rindan ante Alexandria, Hilltop y el Reino. Los minutos de tensión parecen eternos y finalmente los salvadores ven la desventaja y se rinden. Rick da un discurso inspirador sobre el futuro de los vivos y yo me pregunto por qué habla tan bien ese señor. Al final apresan a Negan para que tenga su merecido castigo en una celda y vea el nuevo mundo que vamos a formar entre todas las comunidades, incluida la suya y su gente.

—¿Si aplaudo quedare en rídiculo?—pregunto en bajito.

—Sí—admite Glenn—no lo hagas, por favor.

Acepto para no ponerme en evidencia y comienzo a andar con los demás. Espero un merecido respiro de guerras y esas porquerías que motivan mis ganas de recibir la muerte. Creo que una parte de mí está aferrada a que me suceda algo trágico y ponga fin a mis días, y otra que insiste en seguir viviendo porque me costó llegar hasta aquí de una sola pieza.

—¿Nos estrellamos contra ese árbol?—pregunto para animar el ambiente. En el coche van todos en silencio y lo odio. No me gusta el silencio.

—No eres graciosa, ¿lo sabias?—pregunta Jesús.

—No me tientes que voy conduciendo. ¡A que hago zigzag!

—Pasaremos la noche en Hilltop y regresaremos a levantar Alexandria—comenta Carl para que dejemos el tema de estrellarnos—. Daryl ronca un montón.

—¿Y si le hacemos una bromita?—pregunto en tono aburrido—. ¡Ya sé! Acelero lo más rápido posible y doy un frenazo para que se de con el asiento delantero.

—Que siniestra—admite el adolescente.

—Doy lecciones de seguridad y que podría pasar si no llevas el cinturón puesto. Eso salva vidas, ¿sabes?

—Haces eso y cumplo tu sueño de querer estar muerta—murmura Daryl. Más bien gruñe, parece un animal salvaje.

—Me harías la mujer más feliz del mundo.

—Callate—sentencian los tres.

Una vez en Hilltop me retiro a mi remolque a descansar un rato. Aún tenía que esperar para darme una ducha en condiciones y poder dormir para ver si no despertaba. Unos golpes en la puerta llaman toda mi atención.

—Entro.

—No pues que educación la tuya—suelto sarcástica—. ¿Vas a pasar la noche aquí?

—Sí—responde Daryl—tu sofá en más cómodo que el suelo de la casa principal. Hay mucha gente.

Me acomodo en mi cama y no tomo mucha importancia a lo que Daryl haga. Los minutos pasan y siento que mi cuerpo se levita, abro los ojos enseguida y caigo en que me estaba quedando dormida. Un poco demasiada extraña la sensación.

—Tu turno—entra Jesús sin tocar la puerta.

—¿Ya está el baño libre?

—Sí, corre antes de que te lo ganen.

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