Capítulo 38:

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Simon remó en pocos minutos hasta la orilla. Yo para entonces estaba muy mareada y cansada. Sentía como la sangre proveniente de mi frente caía por mi cara.

- Mags, no te esfuerces, no gastes tus fuerzas.- dijo tomando mis manos dándome tranquilidad.

Asentí levemente.

Simon bajó de la canoa y luego me tomó en sus brazos mientras una lágrima corría por mi mejilla. Un gran dolor comenzó a aparecer en mi frente. Tuve la tentación de llevar mi mano hacia esta pero me contuve al recordar lo que Simon me había dicho.

Simon se detuvo junto al montón de abrigo que habíamos dejado en la orilla antes de entrar. Tomó mi gorro y me coloco teniendo cuidado de no tocar la herida. Luego tomó mis manos y me puso los guantes. Por último tomó su abrigo con intención de dármelo.

- No...Simon estas mojado y hace muchísimo frío...no lo quiero- me detuvo.

- Igual que vos y con más razón, úsalo. Ni siquiera te puedo dar algo seco para los pies- dijo colocándome su abrigo.

Sonreí con cansancio.

Fui en sus brazos hasta el caballo, donde (luego de atar como pudo la canoa y meter mi ropa mojada) me subió y el se montó detrás de mi. No tardó en comenzar a cabalgar pero yo ya estaba exhausta por lo que apoye mi cabeza en su pecho.

- Resiste Mags, ya falta poco.- dijo agitado por el apuro y el esfuerzo.

Cada movimiento que hacia el caballo se sentían como mil punzadas de dolor que se esparcían por mi frente.

No se cómo ni cuándo, pero al fin llegamos. Simon paso sus brazos por mis brazos y rodillas y me cargo hasta adentro con mis pies balanceándose.

- ¡¿Hola?! ¿Hay alguien?- gritó prendiendo las luces.

Nadie contestó y Simon gruñó dejando escapar unas malas palabras.

Simon se dirigió sin pensar hasta mi habitación, donde me acostó con delicadeza en mi cama.

- Ya vuelvo.- dijo y salió corriendo.

Escuché como revolvía cosas en busca de algo y luego de unos segundos ya estaba en mi habitación con un desinfectante, algodón, cinta y gasas.

Tomó un algo de algodón y le puso desinfectante mientras me pasaba el celular.

- Marca el número de nuestros abuelos.- me dijo y luego levantó el algodón.- Y tal vez arda un poco

Hice lo que me dijo mientras el me pasaba con cuidado el algodón por la herida, limpiándola. Hice una mueca de dolor. Ardía muchísimo.

- ¡¡Aghhh!!-dije ahogando un grito- ¡arde mucho!

-Ya termino, ya termino.- me dijo mirándome a los ojos.

Le pasé el celular una vez marcado. El se lo apoyó entre la oreja y su hombro mientras tomaba una gasa.

- ¿Hola? Si, si. En realidad no. Magui se golpeó la frente- se dio la vuelta y bajo la voz para que no lo escuchara-Tiene un gran corte. Si. Hay que llevarla a un hospital ya. No se. Bien.

Cortó el teléfono y se acercó a mi.

-Están llegando.- dijo mientras cortaba una cinta con los dientes.- Habían ido al pueblo a comprar unas cosas.

-¿Esto también lo aprendiste en el entrenamiento militar?- susurré intentando esbozar una sonrisa que se pareció más a una mueca de dolor.

- Si.- sonrío.

Simon me pegó la gasa con la cinta al mismo tiempo que una lágrima caía por mi mejilla. El dolor era insoportable. Simon me la secó con su pulgar con una sonrisa triste.

- Vamos para la puerta.- dijo y me tomó nuevamente por mis rodillas y brazos.

Me sorprendí al notar como me cargaba Simon. Como si fuera una princesa, o una pluma. Me tomaba con sumo cuidado y delicadeza. Caminaba cauteloso pero a la vez con paso seguro y rápido. Lo que me indicaba que lo que tenía, no era un golpe cualquiera. Comencé a preocuparme.

Llegamos a la puerta de entrada justo cuando mis abuelos llegaron.

- ¡Magui! ¿Estás bien? ¿Qué pasó? Ay por dios ¡Hay que ir al hospital!- las preguntas y exclamaciones de todos me invadieron pero yo no podía hacer más nada. Ya no tenía ni fuerza para responder.

Simon calmó a todos con pocas palabras. El siempre podía lograr eso. Se decidió que mis abuelos y Simon me llevarían al hospital (ya que el era el único con la fuerza para cargarme) y los abuelos de Simon avisarían a mis papás de lo ocurrido.

Nos subimos rápidamente al auto de mis abuelos y en pocos minutos llegamos al hospital más cercano.

Yo ya no aguantaba más. Simon me tomó en brazos y me llevó hacia la entrada del hospital donde varios enfermeros invadieron mi vista haciendo preguntas que yo ya ni siquiera escuchaba. Me acostaron en una camilla y escuché las desesperadas indicaciones de los doctores. Mis párpados me pesaban y se me hacia realmente difícil mantenerlos abiertos. Mi respiración se agitó y me pusieron una máscara de oxígeno. Y pensé que era el final. Pero yo necesitaba hablar con Simon al menos una ultima vez. Decirle lo que sentía. No sabia si iba a tener otra oportunidad. Debía hablar. Ahora. Ya.

- Simon...Simon...- susurré desesperadas evaluando mi cabeza intentando encontrarlo.

- ¡Se esta agitando!- gritó una enfermera- ¡Denlen un tranquilizante!

Logré encontrarme con sus ojos azules llenos de preocupación y Simon intentó acercarse a mi pero lo detuvieron.

-¡Simon!- dije con dificultad intentando sacarme la estupída máscara- Yo... yo...

*Te amo*

Quise decirle pero el efecto del tranquilizante comenzó a hacerme efecto evitando que pudiera decírselo. Y mi vista se nubló.

A pesar de todoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora