Capítulo 40:

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Mi mamá se asomó en el marco de mi puerta y yo me desperté de golpe. Siempre era así. No necesitaba de una alarma ni nada, a la hora acordada me despertaba por mi sola. Mi mamá solo comprobaba que me despertase, aunque no era necesario.

De vuelta a la rutina. Hoy tenía clases y no tenía nada de ganas de ir. Había vuelto ayer del campo y ya lo extrañaba.

Me paré de golpe como siempre, no me gustaba quedarme en la cama ni un segundo después de que me despertaran. Sentía que no podía perder tiempo. Era demasiado responsable como para hacerlo, y lo odiaba.

Mi mamá abrió los ojos de golpe al verme parar.

- ¡Magui! ¡Despacio! Los doctores dijeron que podías volver a tu rutina, pero con cuidado.- dijo mi mamá acercándose.

Ah, eso. Se me olvidaba con facilidad lo del golpe, pero para mis papas era todo un horror. Cuando llegué a casa y me vieron con esta enorme venda casi les da un infarto. Me dolía un poco pero podía hacer todo normalmente, bueno eso pienso yo. Pero los doctores lo único que hacen es recordarme que vaya más despacio. Cosa imposible para mi.

- Ay ma, ¿que me va a pasar? No es nada.- dije tranquilizándola.

Mi mamá suspiró y se sentó en mi cama.

- Bueno, bueno, despacio. Ahora vení que te pongo la venda.- dijo mi mamá.

Puse una mueca. Para dormir, me permitían sacármela, pero para salir de casa y hacer lo demás, los doctores me habían obligado a ponérmela. Y yo, que caminaba mirándome los pies con tal de no llamar la atención, tendría que ir con una enorme venda rodeándome toda la cabeza. Cosa que no me gustaba una mierda.

Mi mamá me colocó la venda con cuidado y luego me besó la cabeza.

- Ahora, cámbiate que yo preparo el desayuno.- dijo saliendo de mi habitación.

Me puse mi horrendo uniforme y baje a desayunar.

Lo había pensado bien, hoy hablaría con Sofía. Quería arreglar las cosas (o intentar hacerlo) para luego hablar con Simon. Nose porque me hacia tanto problema por esto. Con el todo iba perfecto, bueno al menos nuestra relación de amistad. La ultima noche en el campo me quedé dormida en el sillón junto a el y no llegué a hablarle sobre todo lo que quería. Y me daba miedo no animarme ahora. Todavía no podía agradecerle demasiado por lo que había hecho por mi. No había vuelto a hablado con el desde ayer cuando volvimos del campo.

- ¿Vamos?- preguntó mi mamá sacándome de mis pensamientos.

- Si, vamos.- dije tomando mi mochila.

Me subí al auto de mi mamá y luego de unos quince minutos ya habíamos llegado.

- ¡Chau, Magui!- me saludó mi mamá dándome un beso en la mejilla-¡cuídate por favor!

La saludé asintiendo y me bajé del auto para luego entrar al colegio. Caminé por el pasillo camino a mi casillero. Todos me miraban, bueno más bien miraban mi cabeza envuelta en esa horrible venda. Caminé mirando mis pies intentando no hacer caso a las miradas indisimuladas, sin embargo escuchaba los murmullos de casi todos. Esto era incómodo.

Llegué a mi casillero y saqué mis libros.

- ¡Hey, Magui!- dijo Feli saludándome.

- Hola.- dije mientras la abrazaba.

Ayer había venido a casa por la tarde y le había contado todo lo que me había pasado en el campo. Y cuando vió mi venda se preocupó tanto como mis papás. A veces la gente era algo...exagerada.

-¿Qué tal la cabeza?- me preguntó.

- Bien, pero... - miré a mi alrededor encontrándome con varias miradas que se desplazaron al notar que los había atrapado- todos me miran raro, es algo incómodo.- susurré.

A pesar de todoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora