Capitulo 2.

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Mis nervios se podían notar, quería estar en Gryffindor, ahí al menos estaría con Hermione. Pero, ¿en las demás casas? me cuesta integrarme, sería lo peor pesadilla.
  —Mmhm, Leanne Wallas.— Me nombro y todo fue un gran silencio, me miraban mientras solo se escuchaban mis pasos hacia la silla.
    Sentí el sombrero encima mío, moviéndose mientras yo cruzaba los dedos para que me tocara Gryffindor.
—Nunca antes había sentido tanta energía... esto es... mmmhm.— No dejaba de moverse encima mío. — Creo que lo tengo, ¡SLYTHERIN!— nombro.
       Mi corazón dejó de latir y mi mirada se dirigió a Hermione, quien me miraba triste. La mesa de Slytherin aplaudía muy fuerte, el niño rubio con sus amigos me miraban sin aplaudir, me intimidaban un poco.
      Me senté en una punta, mirando hacia la mesa, escuchando a Mcgonagall  nombrar a los demás niños.
    Comimos y en la salida, corrí hacia Hermione, entrelazando nuestros brazos mientras con su mano libre me alcanzaba mis libros.
—No puedo creer que nos haya tocado separadas.— Se quejó Hermione pero el niño rubio nos interrumpió parándose frente a nosotras.
—Wallas, bienvenida, seré tu guía.— Caminó a mi al rededor, comienzo una manzana verde.
—Lo siento, ya tengo con quien ir.— Levante una ceja y nos fuimos hacia un lado con Hermione.
—Primer día y ya hay un Slytherin molestando.— Me miró Hermione y frenamos en las escaleras, que me llevaba hacia mi sala común.
—Nos vemos en la mañana, descansa.— Dejé un beso en su mejilla y entre con un par de niños más hacia el salón.
      Deje mis cosas ordenadas, tome un libro de una repisa de allí y baje al salón. Me senté junto a la fogata y miraba el libro, mientras el reflejo naranja del fuego iluminaba mi rostro.
  —¿Te parece leer a estas horas?— Levante mi mirada y ahí estaba, el niño rubio bajando de las escaleras, pero esta vez, solo.
—¿A caso tengo que preguntarte cuándo debo leer?— Cerré el libro y continué mirándolo, mientras el se acercaba levantando una ceja.
—Nunca dije que lo hagas, Wallas, de hecho...Me sorprendió que leyeras.— Se sentó a mi lado y puso un dedo sobre el libro, inclinándolo hacia su costado para que pudiera leer el titulo.
—¿Sorprender ¿De donde vienes platinado?— Me paré y aclaré mi garganta. —Con permiso.— Le regale una mini sonrisa y fui directo a recostarme.

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