🍃Solitario 🍃 OMEGAVERSE [KOOKV]

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Sentado en la esquina de la Sala, veía con remordimiento y alivio los cuerpos de esas personas.

Simplemente se perdió y ahora sólo tenía los rastros de lo que alguna vez fueron dos alfas. Recordaba perfectamente lo sucedido, y contrariamente a la vez anterior no estaba satisfecho, tampoco feliz de haber acabado con los individuos. Solo un amargo sabor que duramente podría quitar.

Esta vez lo sintió tan diferente, su cabeza lo estaba carcomiendo vivo por el simple hecho de que sin querer la escena se volvió a repetir.

Tan mal, tan abominable.

Por un momento se detenía a pensar en lo que iba a enseñarle a sus cachorros. Ellos no merecían estar con alguien como él, no iba a cambiar nunca.

Se agarró la cabeza y la escondió entre sus piernas, estaba asustado y solamente quería un abrazo, hace mucho que aquella sensación no lo afectaba tanto.

Recordaba los gritos, su mente le jugó una mala pasada y terminó haciéndole ver a Ji Hoo, como si en verdad estuviera ahí, suplicando por su vida.

Una punzada llegó a su torso. A pesar de haberla librado, no logró salir completamente ileso y ahora, mientras veía como la sangre surgía por aquellas heridas, se cuestionaba muchas cosas en su vida.

Su lobo no estaba, era un simple hombre herido en una cabaña en medio del bosque. Había perdido contacto con lo que más amaba así que si no resistía, no sería tan difícil de sobrellevar para Taehyung.

Sintió la primera lágrima resbalar por su mejilla. Hace mucho que no lloraba, lo tenía prohibido, ni siquiera en los momentos más difíciles en su vida lo hizo. Pero ahora, estando en esa situación tan sobrepasante, lo creyó necesario.

Muchas veces se repitió a si mismo que no era una mala persona, sin embargo, sus acciones lo contradecían y llegó un punto en el cual se perdió; físicamente era un monstruo al ojo público, internamente un chico sin rumbo y asustado. Cuando vivía en la manada y llegó a su pre-adultez, las personas no dejaban de verlo, señalarlo y hablar a sus espaldas. Sabía del miedo que se encargó de infundir a lo largo de su vida, su padre se encargó de ello y por lo tanto, toda la manada estaba al tanto de todas las barbaridades que había cometido; causando así que el miedo y la inseguridad se acrecentaran.

Se cansó, porque por más que lo intentó, no podía soportar la idea de ser visto por toda una manada como un desgraciado que se aprovechaba de todos. Él simplemente quería ser admirado y sentirse orgulloso de ser un buen alfa para todo un pueblo. Lástima que la vida es una perra injusta y ahora la odia, pero así mismo la aprecia, porque de no haber sido así, no tendría lo poco y nada que más felicidad ha traído a su vida.

Con esfuerzo se puso de pie y fue hasta su cuarto, debía ponerse algo para partir al norte nuevamente, las cosas aún no se calmaban y como hombre de palabra iba a estar al frente así se estuviera muriendo.

Entró a su cuarto y sacó algo de ropa, no sin antes ir al baño y lavar como pudo las heridas. No tenía nada que pudiera ayudarle a detener el sangrado y poco a poco estaba más mareado. Arrancó una de sus prendas y la amarró en su torso esperando que eso detuviera un poco el sangrado de ambas heridas.

Se vistió como pudo y salió del cuarto, no sabía hasta donde iba a llegar, pero era seguro que esta vez iba a ser diferente. Esta vez iba a pagar por todo.

Dio una última mirada al rastro de sangre y extremidades que se esparcian en la sala recordando lo pasó hace no más de media hora.

Reía y se cuestionaba, ellos nunca iban a entenderlo y perdonarlo, nunca sería mirado con otra cara que no fuera de desprecio.