•《 50 》Se tu propio sol

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Lunes, 04 de junio

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Lunes, 04 de junio.

6:15 a.m.

Bostecé con cierto cansancio y recibí mi maleta con pesadez en la máquina giratoria  para luego avanzar por todo el aeropuerto en dirección a la salida. Agradecía que estuviera casi desierto a esta hora de la mañana, porque definitivamente mi humor mañanero no daba para aguantar el tumulto de personas que usualmente solía estar presente en este tipo de lugares. Mis dos días en California se habían acabado. «Hogar, dulce hogar». Observe las nubes grises en el cielo.

«Joder, como odiaba el invierno». 

Estaba cansada y algo mareada, no había dormido muy bien durante el viaje porque había una señora que no dejaba de roncar junto a mi, fue bastante molesto, así que venía un poco irritada. Sin embargo, me obligue a esbozar una sonrisa al ver a Noah bajarse de la comodidad de su auto para ayudarme a subir la maleta dentro.

Dios, como lo había extrañado...

Lo abracé en cuanto estuvimos dentro del auto, estaba calentito. Oí cómo se quejó al sentir mis manos heladas detrás de su nuca. Debo admitir que aquello lo hice a propósito porque me encantaba molestarlo.

-¡Joder, mujer!

Me reí y lo bese cortamente en los labios.

-Quiero dormir.- me queje.- Una tipa dentro del avión se vino roncando todo el maldito viaje y no me dejó descansar. Además, me duele la cabeza.- le comenté, entre otras cosas más del viaje que no venían al caso mencionar ahora mismo.

Veinte minutos después el auto de Noah aparco frente a la casa de los Griffin y me observo algo dubitativo antes de hablar.

-Si quieres podemos dormir juntos en mi casa, son las 6:35 de la mañana, dudo que los Griffin estén despiertos para que puedas entrar, a menos de que les hayas avisado...- murmuró.

Por supuesto que sabían que llegaría a esta hora, además tenía mis propias llaves de la casa, pero obvie de decirle todo aquello, porque la verdad era que si me apetecía tumbarme con él y dormir todo lo que restaba de la mañana a su lado.

-Si que me extrañaste.- lo moleste mientras volvía a besar sus labios.

-Si, ajá. Lo que tu digas.- vi como rodó los ojos fingiendo que no era así. 

Pero yo sabía que era verdad dado que él no había parado de observarme en todo el camino y cada que tenía la oportunidad lo pillaba acariciando el dorso de mi mano. Había sido bastante adorable a decir verdad, solo que él jamás lo iba admitir en voz alta.

Minutos después abrió la gran reja de su casa con un botón dentro de su auto y entramos. ¿Me pregunto si su madre estaba dentro? no podía evitar recordarla en el pasillo junto al chico que no debería tener más de tres años por encima que su propio hijo.

Tu eres la razón [Vol.1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora