Capítulo 22

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Madre. Mía. Ruby estaba preciosa. Llevaba unos vaqueros azul claro, una blusa negra lisa y unos botines marrones. Su melena estaba recogida suavemente con dos pinzas que le apartaban el pelo de la cara y le permitían que cayera libremente sobre su espalda. Durante unos segundos me quedé mudo de la impresión.

-Hola, nena -saludé con una sonrisa.

Se sonrojó, pero se acercó para recibirme. Mirándome de una manera que me volvía loco, depositó un suave beso en mi mejilla, muy cerca de la comisura de mi boca.

-Hola, Alfa -murmuró con sorna.

La atraje hacia mí durante un segundo más y pegué mis labios a su oído.

-Qué bien huele -hice una pausa dramática y añadí-: y la comida también.

Me golpeó juguetonamente en el brazo antes de preguntar: -¿Y los chicos?

-Deben estar al caer.

No había terminado de decir la frase cuando un coche se detuvo delante de la verja. Nos dirigimos hacia el lugar para abrir las grandes puertas de hierro. Bajaron del coche discutiendo sobre no sé qué canción, pero enseguida se callaron cuando llegaron junto a nosotros. Graciosamente, nos encontrábamos los dos grupos separados con Ruby en medio de ambos.

-Chicos -se dirigió a nosotros-, ellos son Ivy -dijo señalando a la chica pelirroja-, y Liam -era el joven que había visto abrazarla la primera vez que la vi entrenar-, mis mejores amigos.

Luego se volvió hacia ellos y dijo: -Estos son Brad, Jason, Luke y Ethan... -iba haciendo un gesto con la cabeza en nuestra dirección a medida que decía los nombres.

-El Cuarteto Cañón -completo la frase su amiga.

A pesar de que nos sorprendió el mote, reímos. A Ruby no pareció agradarle tanto la broma, porque sonrojándose furiosamente, le dedicó una mirada fulminante a su compañera. En ese momento aparecieron sus mascotas.

-Ah, y estos son Iris y Thor -añadió acariciando las orejas de sus perros.

Tras haber terminado las presentaciones, nos adentramos en casa. Los recién llegados miraban asombrados hacia todos lados, pero se quedaron boquiabiertos cuando vieron la mesa preparada. La dueña de la casa acababa de colocar los platos principales y el salón-comedor se llenó rápidamente de un delicioso aroma.

-¡Sí! -festejó Brad con emoción-. Te quiero, ¿te lo he dicho alguna vez? -dijo abrazando a la joven y alzándola del suelo. Esta negó mientras reía-. ¿No? Pues te lo digo ahora: Te quiero, Ruby Anderson.

Los demás reímos ante la escena. A mi amigo se le conquistaba por el estómago, por si no os habíais dado cuenta. Tomamos asiento. Ruby presidía la mesa, con Ivy y conmigo franqueándola. A mi lado se encontraba Brad y junto a este, y por ende justo enfrente de la anfitriona, estaba Liam. A su izquierda se había sentado Jason y entre este último y la otra chica estaba Luke.

-Me habéis abandonado, perras asquerosas -protestó el joven. Ivy le ladró, por lo que los demás estallamos en carcajadas-. Aunque tampoco es que me queje.

Sonrió pícaramente mirando hacia sus lados. Suspiré aliviado. Sí no había deducido mal, no tenía motivos para estar celoso ya que no creía que tuviera las mismas intenciones que yo con ella. Sí, me había molestado e inquietado un poco al verle ahí y recordar la escena que presencié a la salida del pabellón.

-¿Liam es gay, verdad? -cuestioné en un susurro a la joven que tenía al lado. Asintió, sorprendida por mi pregunta-. Creo que se lo va a pasar en grande con Brad y con Jason.

Por la expresión que me dedicó, supe que no había entendido mi comentario. Se lo explicaría en otro momento, me estaba muriendo de hambre. La comida estaba deliciosa, la muchacha era una gran cocinera. No se hizo el silencio en ningún momento, ambos grupos congeniamos a la perfección. En un momento dado, le robé un trozo de quiche a Ruby del plato y tanto Liam como Ivy me miraron como si estuviera loco.

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