DIEZ AÑOS MÁS TARDE (ACTUALIDAD)
-Cariño, ¿dónde has metido los platos de plástico? -pregunta una muy ajetreada Ruby mientras rebusca entre los armarios de la cocina.
-No los he sacado de la bolsa del súper -le respondo mientras intento enganchar correctamente el letrero de "Feliz cumpleaños" en el salón.
Os cuento. Después de que Ruby y yo nos casáramos, empezamos a pensar en la idea de comprar otra casa más grande y con un jardín más amplio, ya que mi mujer -aún no me acostumbro a llamarla así- quería que Akkad, nuestro pastor alemán, pudiera correr tranquilamente y no estuviera encerrado en nuestro diminuto patio. Así que empezamos a ahorrar para poder cumplir nuestro nuevo sueño.
Las cosas nos iban bastante bien, el gimnasio había ganado mucha popularidad y rápidamente se llenó de gente a todas horas, por lo que económicamente nos salía muy rentable. Ruby comenzó a trabajar haciendo lo que siempre había querido, pero no soportaba estar bajo las órdenes de un capullo como su jefe, así que lo dejó. En su lugar, montó su propia consulta justo al lado del gimnasio, por lo que decidimos fusionar nuestros negocios, dándoles la oportunidad de acceder a ambas instalaciones si se hacían socios del club. Fue un completo éxito, los antiguos clientes del gimnasio ahora también asistían a la consulta de Ruby y sus pacientes se apuntaban a mi gimnasio, nos complementamos a la perfección.
Cuando nos hubimos establecido y Becca ya era más mayor, decidimos hacer nuestro esperado viaje de luna de miel. Nos fuimos de crucero a ver los fiordos de Noruega, un lugar que siempre habíamos deseado visitar, y fue en una de esas noches en alta mar donde concebimos a los gemelos. Sí, como habéis oído, gemelos. Robb y Mark nacieron justo en el momento oportuno, puesto que ya habíamos encontrado una casa lo suficientemente grande como para que cupiéramos los cinco, bueno, los seis si contábamos a nuestra mascota.
La casa era espectacular, en una buena urbanización, alejada de la ciudad y del ruido. Teníamos vecinos, sí, pero al ser nuestros mejores amigos, no nos importaba tanto. Efectivamente, Ivy y Ruby habían cumplido su sueño de vivir en casas contiguas. A decir verdad, eso nos facilitaba mucho la vida a los cuatro adultos, puesto que si en algún momento no teníamos con quien dejar a nuestros hijos, siempre podíamos recurrir a la puerta de al lado, confiando plenamente en las personas que vivían allí.
Becca y Alan fueron inseparables desde el primer momento, iban a todos lados juntos, lo hacían todo juntos, incluso muchas veces dormían juntos. En el colegio se encargaban de que nadie se metiera con el otro, estrechando incluso más sus lazos. Eran prácticamente familia, se habían criado juntos, y como buenos hermanos siempre se estaban peleando. Los gritos de nuestra hija al ser molestada por su vecino se escuchaban por toda la casa, pero ella tampoco se quedaba atrás. Cada vez que podía, se vengaba de él, y eso que tan solo tenían nueve años. Nosotros nos dedicábamos a observarlos con una sonrisa en el rostro, sabiendo que aunque se discutieran por cualquier cosa, se tendrían el uno al otro hasta el fin de los días.
Los años fueron pasando y aquí nos encontramos, celebrando el décimo aniversario de los gemelos. Habíamos invitado a la familia y a todos sus amigos del colegio, porque lo que llevábamos preparando la casa desde ayer por la tarde.
-Becca, cielo, ¿puedes ir preparando las mesas para poner la comida? -oigo que le dice Ruby por enésima vez a nuestra adolescente hija.
-Ya voy -bufa molesta ella mientras se levanta del sofá y se dirige a hacer lo que le han mandado.
-Alan, échale una mano -ordena Ivy al aludido, terminando de sacar todos los utensilios desechables que necesitaremos.
Los quinceañeros resoplan, pero no dicen nada. En ese instante, aparecen los protagonistas de la fiesta, correteando por todo, en calzoncillos y llenos de barro. Ruby suelta una exclamación de disgusto al verlos así, sabiendo que no faltaba demasiado para que los invitados empiecen a aparecer por la puerta.

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Shadows
Novela JuvenilNo esperaba volver a preocuparme por nadie que no fuera yo mismo. Hasta que la encontré a ella.