Capítulo 5

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Dos semanas. Llevaba dos putas semanas tratando de olvidar aquellos ojos marrones. Intentaba mantenerme ocupado todo el tiempo, hacía horas extras en el taller (que no me pagaban), peleaba y corría casi cada tarde, iba a fiestas donde me emborrachaba hasta tal punto de no recordar ni mi nombre, etc. Pero lo único que no podía olvidar era a esa chica. Pensaba en ella nada más despertarme y justo antes de dormirme.

Recordaba su mirada penetrante la primera vez que nos encontramos, el descaro que tuvo al plantarme cara a la salida de la tienda, lo bien que le quedaban esas mallas cuando la seguí hasta su entrenamiento, la naturalidad que desprendía al dar instrucciones a las jugadoras, lo recordaba absolutamente todo. Era exasperante.

Mi humor esos quince días, que ya de por sí era malo, fue a peor. Estaba irascible, enfadado con el mundo, no se me podía decir nada sin llevarse un gruñido de mi parte. Los chicos se dieron cuenta, sobre todo Luke, quien no dudó en preguntar al respecto.

-¿No será por esa tía del chino, no? -maldición, siempre daba en el clavo.

-¿Qué? ¡No! -negué rápidamente-. Es solo que no me gusta que me desafíen, ya lo sabes.

-Claro... -no parecía demasiado convencido-. De todas maneras olvídala, tío. No la vas a volver a ver en tu vida.

Intenté autoconvencerme de que tenía razón, de que no merecía la pena perder ni un segundo más pensando en ella. Pero era tan difícil olvidarla, que dolía. Bueno, quizás he exagerado un poco, pero ya me entendéis.

~~

-Entonces, ¿correrás esta tarde? -inquirió Jason mientras se encendía un cigarro.

Los cuatro nos encontrábamos en la calle, apoyados en los capós de dos coches charlando tranquilamente. El vehículo en el que estaba apoyado yo era muy parecido al de la chica de ojos marrones.

"¡Basta! Deja de pensar en ella"

-Sí, ¿por qué no iba a hacerlo? -le respondí frunciendo el ceño.

-Ya sabes, no se gana mucha pasta en las carrera de Gustavo -recordó esta vez Brad.

-Eso es mejor que nada -simplemente me encogí de hombros.

Los demás no parecieron demasiado convencidos, pero no replicaron. Estuvimos hablando sobre un par de cosas más, entre ellas la liga de lucha, que empezaría en breves, y la fiesta que estaba organizando Stacy.

Stacy y Natalie son dos chicas que conocimos hará un par de años, no recuerdo demasiado bien dónde. Digamos que han ido pasando de uno en uno por nuestras camas. En esos momentos, la primera tenía una especie de relación amor-odio con mi mejor amigo, mientras que Natalie se había encaprichado conmigo. Quería algo más serio, estable, como ser novios o algo así, pero yo hacía años que mantenía una relación con nadie, había jurado no volver a hacerlo y no estaba entre mis planes romper esa promesa.

Me había perdido la mitad de la conversación que estaba teniendo los chicos, ya que había vuelto a perderme entre mis pensamientos, cuando un carraspeo bastante forzado llamó nuestra atención. Los demás callaron mientras nos girábamos para encarar a la recién llegada. No podía ser. Era ella. Una enorme sonrisa comenzó a dibujarse en mi rostro, mientras que el suyo expresaba molestia.

Iba vestida con uno leggins grises y una sudadera azul eléctrico claramente un par de tallas más grande. Calzaba unas deportivas y se había recogido el cabello en un desordenado moño. La mochila que había visto cuando la seguí hasta el entrenamiento colgaba de su hombro.

-Menuda suerte la mía -murmuró no tan por lo bajo, la entendimos perfectamente. Luego forzó una sonrisa y se dirigió directamente a mí-. ¿Podríais ser tan amables de apartaros de mi coche? Gracias.

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