Capítulo 2

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Ruby Anderson. En ese momento no sabía quién era, pero no tardaría en descubrirlo.

Sentado en el banco con el cigarrillo entre mis labios me la quedé observando. Estaba en el otro lado de la acera, acompañado de un hombre mayor. Supuse que era su abuelo, ya que se me hizo difícil creer que ese fuera su padre. Ella era joven, debía tener quizás un par de años menos que yo. Llevaba puesto un jersey de lana enorme que le llegaba por debajo del trasero, unos leggins negros que se ajustaban perfectamente a sus esbeltas piernas y unas deportivas del mismo color. De su brazo colgaba una chaqueta gris y un paraguas plegable. Aunque no podía apreciarlo desde esa distancia, calculé que debía sacarle una cabeza de altura. Era morena, con el pelo medio ondulado y largo, le llegaba hasta la mitad de la espalda. Me moría de ganas por saber de qué color serían sus ojos.

Negué disimuladamente con la cabeza ante eso. ¿Qué mierda me importaba a mí de qué color eran sus ojos? Di otra calada y seguí con la mirada a la chica. Se pararon en el portal que tenía justo delante y su abuelo sacó una llave. Abrió la cerradura y se adentraron en el edificio. Chasqueé la lengua, me hubiera gustado poder observarla con mayor detenimiento. Era una de mis aficiones favoritas, observar. Se podía aprender mucho sobre una persona gracias a una buena capacidad de observación. Y la mía era excelente.

Tras aproximadamente cuarenta y cinco minutos aparecieron mis amigos. Llegaban media hora tarde, como de costumbre. No había vuelto a ver a la chica, aunque prestaba atención al portal por si aparecía de nuevo. Cuando los chicos llegaron a mi lado ya había terminado el tercer cigarrillo. Era una adicción que no podía dejar, ni quería. Me gustaba demasiado.

-Perdona, tío -se excusó Brad-. Luke se ha pasado media hora eligiendo modelito para seducir a Stacy.

-No me hace falta seducirla -contradijo el aludido-, ya la tengo a mis pies.

Reí por su fanfarroneo y negué con la cabeza. En esos momentos, una joven se colocó a nuestro lado, esperando el autobús. Al notar su presencia, los chicos comenzaron a darse codazos entre sí, para nada disimuladamente, mientras insinuaban cualquier cosa sobre ella, lo que hizo que dirigiera su atención hacia nosotros. Me la quedé observando con mi mejor pose de tipo malo, esa que gritaba "Peligro" por todos lados. Automáticamente, la pobre muchacha apartó la mirada, intimidada. Sonreí, siempre funcionaba.

-Mierda, me he dejado el merchero -se quejó Jason mientras rebuscaba frenéticamente en los bolsillos de su chaqueta. Cuando se dio cuenta de que no lo encontraría, me miró haciendo un puchero-. Ethan...

-Ni lo sueñes -interrumpí antes de que me lo pidiera.

Nunca dejaba mi merchero a nadie, ni siquiera para encenderse un cigarro. Me lo regaló ella y lo tenía muy celoso. Y eso ellos lo sabían.

-Ve a comprarte uno -le propuso mi mejor amigo, como si el pequeño drama de nuestro compañero le molestara-, hay un chino justo aquí.

Se giró para señalar la tienda que teníamos detrás y todos nos volteamos siguiendo su mano. En ese momento me di cuenta de que la chica del portal estaba viniendo hacia nuestra dirección. Me sorprendió, no la había visto salir del edifico. Me la quedé mirando fijamente, permitiéndome observar cada detalle de su pequeño cuerpo. Como había deducido, era bajita y seguramente le sacara un poco más de una cabeza. Realicé un camino ascendente hasta encontrarme con su mirada. Marrones. Tenía los ojos marrones. Al darme cuenta de que me estaba devolviendo el gesto, puse mi semblante intimidador de siempre, sabiendo que bajaría la cabeza incómoda. Sin embargo, y para sorpresa mía, me sostuvo la mirada alzando la barbilla, desafiante. Mantuvimos esa pequeña batalla visual hasta que pasó por detrás del grupo y, por ende, perdimos el contacto. Me giré hacia el otro lado para seguir viéndola. Había sido la única persona que había osado mantenerme la mirada.

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