Capítulo 27

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-Vamos, deja ya eso -imploré por enésima vez-. Habías dicho que serías completamente mía después del partido, y llevas toda la tarde con el ordenador.

Después del encuentro habíamos ido directamente hacia su casa ya que, como había deducido, su padre y su hermana se iban de viaje y no podía dejar a sus perros solos durante tanto tiempo. Por el camino nos paramos a comprar unas pizzas para así no tener que cocinar y nos las comimos celebrando la victoria de su equipo.

Luego había cogido su portátil y había empezado a introducir todos los datos que había ido cogiendo a lo largo del partido para poder tener la estadística hecha y darle los resultados a su padre. Estábamos sentados en su cama, yo apoyando mi espalda en el cabecero y ella descansando en mi pecho con su ordenador sobre sus piernas.

-Ya casi termino, Ethan -me prometió sin despegar los ojos de la pantalla-. Será solo un segundo.

-Eso llevas diciendo la última media hora -bufé haciendo una rabieta.

Se giró brevemente para depositar un rápido beso en mi mentón y volvió a centrarse en su tarea. Me sentía completamente ignorado, aunque muy en el fondo sabía que debía terminarlo. Pero mi lado más inmaduro quería su atención, así que se me ocurrió una manera de molestarla. Retiré suavemente el cabello que tapaba su cuello y enterré mi rostro en la zona.

Primero me dediqué a rozar su piel con la punta de mi nariz, de arriba hacia abajo, con lentitud. Luego tracé el mismo recorrido con mis labios. No era un beso como tal, sino solo una caricia. Noté cómo su piel comenzó a erizarse y su respiración se agitó casi imperceptiblemente. Seguí con mi tortura durante un breve periodo de tiempo más, hasta que me cansé y pasé a atacar con todo. Repartía besos húmedos y pequeñas mordidas por su cuello e incluso oreja, provocando que soltara sonoros suspiros.

-Me estás desconcentrando -se quejó con la voz entrecortada e inclinando la cabeza para darme más acceso.

-Me tengo que entretener de alguna manera -repliqué sin separarme de ella. Mi aliento rozando su piel la estremeció.

-Si sigues así -advirtió- tardaré más en terminar esto y tendremos menos tiempo para divertirnos después.

Paré durante un segundo, sopesando sus palabras, pero al menos así podía disfrutar de ella, así que seguí con lo que estaba haciendo. Suspiró, derrotada, y trató de centrarse en terminar la estadística del partido.

Veinte minutos más tarde, el portátil descansaba sobre el escritorio y Ruby se encontraba sentada sobre mí a horcajadas, besando ávidamente mi boca. Sonreí ante su urgencia y la empujé para que se colocara justo sobre mi erección.

-Alguien está un poquito desesperada -me burlé ante su intento frenético de quitarme la camiseta.

-Has estado provocándome durante todo este tiempo -me espetó-. Ahora me toca a mí.

Mis ojos se oscurecieron ante sus palabras. Esa promesa no podía significar nada bueno. De manera lenta, casi tortuosa, fue acariciando con sus manos cada parte de mi cuerpo descubierta. Sabía que eso me encendía, así que lo aprovechó para vengarse. Mi piel ardía bajo su toque, enviando corrientes eléctricas que terminaban justo en mi entrepierna. Me aferré con más fuerza a sus muslos cuando sentí su lengua juguetear por mi cuello.

De repente, se quitó de encima de mí y fue a buscar algo dentro de su armario. Sacó dos fulares que usó para atar mis muñecas al cabecero de su cama. Me quedé petrificado, ¿acaso estaba soñando? Volvió a retomar su posición sobre mi regazo y colocó de nuevo sus manos sobre mi torso. Empezó a rozar mi piel suavemente, casi como si tuviera miedo de quemarse. Mi respiración se agitó notablemente.

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