RUBY'S POV
-¿Estás segura de que esto le va a gustar a tu hermana? -me preguntó señalando el jersey que sostenía en alto para poder verlo mejor.
Mi abuelo y yo nos encontrábamos en el centro comercial realizando las compras navideñas. Como no soportaba que lo acompañara mi abuela, porque decía que tardaba demasiado tiempo en elegir las cosas para luego terminar escogiendo la más fea, me había llevado a mí. Ya teníamos casi todos los regalos, solo nos faltaba el de mi madre. Aparte de los jerséis a conjunto que nos regalaba a todos los primos, ya que era tradición hacernos una foto cada año bajo el árbol, llevábamos una bufanda y gorro para mi abuela, unos botines para mi tía, una sudadera de Star Wars para mi tío y sus hijos (que eran unos fans incondicionales), unos vaqueros para mi madre, un chaleco de vestir para uno de los primos, un peto de lana para mi prima y un abrigo para mí. Habíamos dejado lo más difícil para el final. Mi hermana.
Ir de compras con ella era un auténtico caos. Iba con ideas muy fijas de lo que quería y, si no lo encontraba, ni siquiera contemplaba otras opciones. Eso sí, nos pateábamos toda la tienda buscando "esa americana de color negro con botones redondos y dorados y un talle no demasiado estrecho". Si los botones eran plateados ya no le servía. Además, tampoco tenía un estilo definido. No es que le gustaran las prendas anchas o estrechas, de colores pastel o la ropa bohemia. No, a ella le gustaba todo pero no le gustaba nada. Vamos, un desastre.
Llevábamos veinte minutos tratando de elegir algo para ella. Habíamos encontrado un jersey y una chaqueta de lana que creía que podrían ser de su agrado. Pero no estaba completamente segura. Con mi hermana nunca se estaba completamente segura. Mi abuelo refunfuñó por lo bajo y maldijo a su nieta.
-Mira, si no le gusta -resopló exasperado-, que venga y lo cambie. Tanta tontería ya, hombre...
Sonreí ante sus palabras y lo seguí hasta el mostrador para pagar todo lo que habíamos cogido. Por suerte todo pudo colocarse en dos bolsas, ya que habíamos venido andando y no hubiera sido nada cómodo volver con tropocientas mil cosas en las manos.
Reanudando el camino hasta su casa y ya con las compras hechas, me contó batallitas de cuando era joven. Me encantaba escuchar a mis abuelos, a cualquiera de ellos, narrar historias de antaño, anécdotas y travesuras que hacían de niños. Ese brillo que se instalaba en sus ojos era digno de contemplar. Siempre terminaban rememorando los mismos recuerdos, pero yo los escuchaba como si fuera la primera vez. Nunca me cansaba de verlos sonreír.
Sin tan siquiera darme cuenta, ya estábamos entrando en el portal de su edificio. Le mostramos a mi abuela lo que habíamos comprado, menos su regalo, obviamente, y me quedé charlando un rato con ellos. No pude estar más tiempo porque debía volver a casa para ir a entrenar, pero antes quería pasarme por la tienda de los chinos que había abajo, ya que necesitaba un par de cosas.
Me despedí de ellos con un beso en la mejilla y bajé a la calle. Al abrir la puerta que daba al exterior, se escucharon gritos y carcajadas que llamaron mi atención. Dirigí mi mirada hacia la procedencia del ruido y me encontré con un grupo de cuatro chicos que rodeaban el banco que estaba en la parada del autobús, al otro lado de la acera. Uno de ellos estaba sentado en el respaldo del mueble fumándose un cigarrillo, mientras los otros tres simplemente estaban de pie, empujándose entre ellos y soltando sonoras risotadas.
Como el local al que me dirigía estaba casi detrás suyo, no tuve más remedio que emprender mi rumbo hacia su dirección. Me detuve en el semáforo para cruzar la calle, que estaba en rojo, y los observé con más detenimiento. En ese momento, una chica de más o menos mi edad se había colocado a su lado y miraba con nerviosismo hacia la carretera, supongo que deseosa de que llegara el transporte público. Los jóvenes comenzaron a silbar y a insinuarse a la recién llegada, por lo que ella movió su cabeza, prestándoles atención. El que estaba sentado clavó su mirada amenazadora sobre la pobre muchacha, quien inmediatamente apartó la vista, claramente intimidada. Los chicos rieron todavía más fuerte.
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Shadows
Genç KurguNo esperaba volver a preocuparme por nadie que no fuera yo mismo. Hasta que la encontré a ella.