Capítulo 4

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ETHAN'S POV

Bien, ya estaba en su casa. ¿Ahora qué? Sinceramente, no me había parado a pensar en cuál sería mi siguiente movimiento. Ni siquiera sabía qué demonios estaba haciendo ahí, en mitad de la nada y congelándome de frío. Hacía dos horas y media que la chica había llegado a su casa, donde la habían recibido dos perros de tamaño mediano-grande. Eran una mezcla de labrador y otra raza que no supe identificar. Uno de ellos era completamente negro, con una mancha blanca en su enorme pecho. Era un macho. La otra, una hembra, era ligeramente más pequeña que su compañero, y con una tonalidad de pelaje grisácea. Ambos movían la cola animadamente mientras esperaban que su dueña abriera las verjas de su casa.

La morena de ojos marrones y, por qué no admitirlo, cautivadores vivía en una inmensa finca. Tenía mucho terreno y la casa se encontraba a unos treinta metros del camino, por lo que estaba lo suficientemente alejada del ruido de los coches al pasar. Aunque, a juzgar por los alrededores, no creía que fuera una zona demasiada transitada. Adentró el coche marcha atrás hasta dejarlo a la altura de un camino de piedras que conducía a la terraza, desde donde se podía acceder a la puerta principal.

Mientras recorría el trayecto a pie iba hablando con sus mascotas, que no dejaban de dar saltos y mover la cola frenéticamente. Sonreí, siempre quise tener un perro en casa. Desafortunadamente, no me lo pude permitir nunca. Desde que entró a su hogar, no había vuelto a salir o, al menos, yo no la había visto. No me sorprendería que tuviera una puerta trasera.

Al principio pensé que era la típica niña pija, con una mansión enorme y dinero saliéndole por las orejas, como el estúpido Matt Thompson. Pero cuando pude estudiar con mayor detenimiento lo que estaba delante de mí, me di cuenta de que quizás había exagerado un poco. Sí, tenía una finca enorme y una buena casa, pero nada más. No se veía una piscina bonita, ni un jardín con césped. La fachada de la construcción estaba sin terminar y delante había un estanque seco con grietas en las paredes. El pinar que se encontraba al otro lado de la propiedad dejaba entrever que no lo habían podado hacía años. Además, los coches que estaban aparcados en el camino (había el suyo y otro un poco más grande) no eran de los caros. Más bien, parecían una familia de clase media como cualquier otra.

Llegar a esa conclusión me produjo una enorme sensación de alivio. ¿Por qué? Ni idea. Quizás esperaba que no fuera como Matt. Quizás deseaba que no fuera el estereotipo de persona que odio. ¿El motivo? Un misterio. Lo que sí que sabía con absoluta certeza, era que necesitaba conocer todo lo relacionado con la chica que había osado plantarme cara.

Volviendo a mi actual situación, un escalofrío me recorrió de pies a cabeza. Estaba empezando a anochecer y cada vez la temperatura bajaba más deprisa. Me había medio escondido en un enorme arbusto verde, que más bien parecía un árbol, que estaba junto a la entrada a su finca. Llevaba esperando a que volviera a salir durante horas. ¿Y si ya no se movía hasta la mañana siguiente? ¿Qué haría, me quedaría aquí plantado como un estúpido?

Otra pregunta que se cruzó por mi mente era quién podría ser el dueño del otro vehículo que se encontraba aparcado junto al suyo. Quizás era de sus padres. Aunque viviendo tan lejos del centro me sorprendía que no tuvieran un coche cada uno. Otra teoría comenzó a formarse e ir ganando fuerza. Era probable que perteneciera a su pareja. Rápidamente deseché la idea y me sorprendí tratando de buscar razones para descartarla.

Razón número 1: me pareció que era un par de años más joven que yo, así que era muy poco creíble que ya tuviera una casa propia (además con esas magnitudes).

"Quizás es herencia familiar", rebatió mi conciencia. La ignoré.

Razón número 2: precisamente por su corta edad, dudaba de que ya se hubiera independizado y estuviese viviendo con su pareja.

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