Estaba nervioso. Había decidido hacerle una visita sorpresa a Ruby porque ya no soportaba ni un segundo más sin verla. Habían pasado poco más de dos meses desde que ella estuvo en casa por mi cumpleaños y sabía que había estado muy ocupada con los exámenes y el máster, pero necesitaba tenerla de nuevo entre mis brazos. Lo había organizado todo con Chloe, su compañera de piso. Había contactado con ella por Instagram para contarle mi plan y pedirle si podría echarme una mano. Aceptó inmediatamente, diciendo algo así como: "Al fin podré conocer al novio cañón de mi amiga". No me molesté en aclarar que no éramos novios, no me había desagradado tanto como creí que lo haría que nos denominaran de esa manera.
Cuando llegué al aeropuerto, la joven jugadora de baloncesto ya me estaba esperando ahí. Habíamos decidido que me quedaría en el piso que compartían hasta que ellas llegaran después de la última clase de Ruby, que terminaba en tres horas. Chloe iría a buscarla, como siempre hacía, y se encargaría de que la morena pasara al apartamento para encontrarse conmigo y llevarse la sorpresa.
-Oye, ¿puedo hacerte una pregunta? -dije rompiendo el silencio que se había instalado entre nosotros.
-Ya la has hecho -se burló y automáticamente pensé en Ruby. Esa era una contestación típica de ella-. Dispara.
-¿Por qué no vives en el campus de la universidad? -cuestioné con mucha curiosidad-. Es decir, tenía entendido que los deportistas que están con una beca completa suelen quedarse en el campus para convivir con el resto de los integrantes del equipo y hacer piña o algo así.
Soltó una leve risita ante mi explicación, pero luego procedió a responder.
-Sí, normalmente suele ser así -asintió con una sonrisa-. Y aunque amo este deporte y adoro por completo a mis compañeras, no quería que mi vida aquí girara única y exclusivamente entorno al baloncesto. Siempre he sido una persona bastante independiente, y necesitaba mi propio espacio.
Me quedé callado pensando su respuesta, me parecía un razonamiento muy maduro para su edad, ya que era varios años más joven que Ruby. Seguimos charlando acerca de sus estudios y otras aficiones que tenía, como la fotografía, hasta que llegamos a su piso.
Era ligeramente más grande que mi antiguo apartamento, perfecto para dos personas. El salón era pequeño, con un único sofá y un sillón, una mesa ratona y el mueble con el televisor. Separada por una pared se encontraba la cocina, que tenía lo básico: frigorífico, un horno, un pequeño microondas y los fogones. Las habitaciones eran idénticas, con una cama, un armario y un escritorio cada una de ellas. Entre medias se encontraba el baño. Era la definición perfecta de un piso de estudiantes.
Estuve conversando tranquilamente con Chloe hasta que tuvo que irse a recoger a Ruby, momento en el que me quedé solo. Aproveché para inspeccionar más a fondo el lugar, especialmente la habitación de la morena. Me había llamado mucho la atención un enorme collage de fotos que había colgado en la pared de su cuarto. En ellas aparecían su padre y su hermana, su equipo, su familia y sus amigos. Había bastantes imágenes de la noche en la que celebramos la fiesta de disfraces para inaugurar nuestro nuevo hogar. Sonreí al recordar ese día, fueron grandes momentos. Me fijé en que en su mesilla de noche había enmarcado la fotografía que nos tomó Ivy cuando recreamos la escena de la película de Grease, donde salíamos nosotros dos abrazados, con Ruby subida a mi torso y rodeándome el cuello con sus manos mientras yo la sujetaba por los muslos.
Me senté en su cama perfectamente hecha y cogí el marco, admirando la imagen que se encontraba en su interior. No pude evitar sonreír como un bobo al vernos, adoraba a esa joven y se me veía claramente en el rostro. ¿Siempre se me notaría tanto? ¿Tendría esa mirada de tonto enamorado cada vez que la observara? No sé cuánto tiempo estuve ahí, inmóvil y recordando los mejores momentos que había pasado en mi vida junto a la muchacha. Entonces me di cuenta de la hora que era y sabía que las chicas no tardarían demasiado en volver.

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Shadows
Teen FictionNo esperaba volver a preocuparme por nadie que no fuera yo mismo. Hasta que la encontré a ella.