Capítulo 42

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-Te digo que sí, que practiqué defensa personal hace años -insistía Ruby bufando.

Llevábamos varios meses en nuestro nuevo hogar y la convivencia con ella era muchísimo mejor de lo que había imaginado. Nos complementábamos genial, no discutíamos acerca de la limpieza o el orden de la casa porque los dos éramos igual de minuciosos y nos ayudábamos mutuamente en esas tareas, establecimos turnos para ir a hacer la compra y teníamos un tarro que usábamos de bote común de donde sacábamos dinero para correr con los gastos compartidos. Formábamos un gran equipo.

En ese instante, había intentado robarle una patata del plato en el que acababa de colocar un montón tras sacarlas de la sartén para meterlas en el horno con el estofado y, para evitar que le tocara la guarnición de la comida de ese día, me había retorcido la muñeca, impidiéndome tan siquiera acercarme a mi objetivo. Sorprendido por su gesto, le había pedido si tenía una especie de reflejos felinos supersónicos y me había respondido que simplemente había tomado clases de defensa personal.

-Cuando lo vea lo creeré -seguía costándome imaginármela así, por lo que sentencié la discusión con esa frase. Pero como siempre, Ruby tenía una contestación mordaz preparada.

-Dónde y cuándo quieras -me retó un poco molesta por mi falta de credulidad.

Para aligerar la tensión en el ambiente, me acerqué a ella y deposité un suave beso en sus labios. Al principio no respondió, así que seguí insistiendo hasta que, finalmente, su lengua rozó la mía. Gruñí de satisfacción y la estreché más contra mí, pero rápidamente se apartó, alegando que debía terminar la comida.

Como decía anteriormente, la convivencia era genial. Tan solo teníamos pequeñas riñas como las de ese instante, pero siempre terminábamos haciendo las paces, la mayoría de las veces desnudos.

Los chicos se pasaban el día metidos en casa, ya que alegaban que había espacio suficiente para todos. Incluso se quedaban a dormir si se les hacía muy tarde para volver a sus respectivos hogares. Habíamos tenido que comprar un sofá-cama para esas ocasiones, debido a que, como habíamos podido comprobar, si se quedaba uno, se quedaban todos. Ese día no iba a ser diferente. Los habíamos invitado a comer y probablemente estarían con nosotros hasta la mañana siguiente.

Ayudé a Ruby a terminar de prepararlo todo a tiempo. Los primeros en llegar fueron Luke e Ivy, quienes venían juntos. Repasé de arriba abajo a mi amigo, que vestía una camisa blanca y unos vaqueros azules.

-¿Dónde vas tan guapo? -me burlé codeándole suavemente en las costillas.

-Hemos ido a ver a Becca -me respondió, sorprendiéndome-. Ivy quería acompañarme.

Asentí, sonriendo. No creía que él se diera cuenta, pero la pelirroja era la primera chica que llevaba al cementerio a visitar la tumba de su hermana. Nunca antes le había dado ese privilegio a nadie, y eso me decía que la joven le importaba de verdad.

Los demás invitados fueron llegando progresivamente, llenando rápidamente la casa de gritos, risas y burlas. Por fortuna, no teníamos demasiados vecinos, porque con el jaleo que se armaba cada vez que teníamos visita perfectamente podrían haber llamado a la policía. Devoramos la deliciosa comida que había preparado Ruby y nos sentamos en los sofás a charlar sobre cualquier cosa. El tema de la denuncia de Alex apareció en un momento dado.

Un par de días atrás la joven recibió otra llamada del agente Ramírez para informarle de que habían encontrado huellas y otras pruebas que probablemente fueran del agresor, ya que no coincidían con ninguno de los que habíamos tomado declaración, pero que como el tipo no colaboraba, necesitaban solicitar una orden para tomarle muestras de ADN. Liam, Ivy y Luke también fueron a declarar cuando los llamó la policía para corroborar nuestras versiones, ya que tanto la morena como yo los habíamos nombrado cuando narrábamos lo que había ocurrido. Por ese motivo fueron llamados por los oficiales, para asegurarse de que todas los relatos coincidían.

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