Sentí algo moverse contra mí, lo ignoré y traté de seguir durmiendo, pero no pude porque el movimiento se repitió. Medio abrí un ojo para ver de qué se trataba y me encontré a Ruby contorneándose como si fuera un gusano intentando salir del agarre de mis brazos.
-¿Qué haces? -murmuré con la voz ronca y medio dormido.
-Me estoy asando de calor -se quejó-. Eres una maldita estufa humana.
Reí y aflojé ligeramente la tensión que estaba ejerciendo para mantenerla contra mí, liberándola. Se tumbó de espaldas y bufó, secándose pequeñas gotitas de sudor que adornaban su frente. Rodé sobre mi costado hasta colocarme sobre ella, con las manos apoyadas a cada lado de su cabeza.
-Buenos días, doña Calores -me burlé. Puso los ojos en blanco a modo de respuesta.
-Buenos días, don El Sol a Mi Lado Es Un Cubito -ensanché mi sonrisa al oír sus palabras.
Durante varios segundos ninguno dijo ni hizo nada, simplemente nos miramos fijamente. Entonces llevó sus manos hacia mis muñecas e hizo un recorrido ascendente acariciando toda la piel de mis antebrazos, brazos y hombros hasta detenerse en mi espalda. Fijando su vista en la tinta que adornaba esa zona, volvió a pasar sus palmas. Y así sucesivamente.
-¿Te gustan? -no pude evitar que la voz me saliera más ronca de lo normal.
-Gustar es quedarse corto -admitió y detuvo sus manos tras mi nuca-. Me vuelven loca.
No respondí, no hacía falta. Con ella tenía la sensación de que bastaba una sola mirada, un solo gesto para entendernos. No tenía esa conexión con nadie, ni siquiera con Luke, a quien conocía desde antes de aprender a andar.
Con la ayuda de mis dedos, elevé su camiseta hasta que los pájaros que descansaban en sus costillas se hicieron visibles. Tal y como había hecho Ruby, me encargué de repasar el contorno de los dibujos con la yema, haciendo que se estremeciera. Seguí ascendiendo hasta que llegué a la palabra "Freedom".
-Ojalá pudiera darte esa libertad que tanto deseas -me lamenté en un susurro.
Clavé mi mirada en sus ojos, que lucían sorprendidos. Segundos después brillaron y parpadeó varias veces para evitar que las lágrimas resbalaran por sus mejillas. Le acaricié con el dorso de la mano uno de sus pómulos. Estaba a punto de besarla cuando su móvil sonó. Los dos suspiramos, frustrados. Se giró para cogerlo de la mesita de noche y puso una mueca de fastidio cuando leyó el nombre en la pantalla.
-Hola, mamá -saludó entre dientes y forzando una sonrisa. Fruncí el ceño, ¿no se llevaba mal con su madre?
Sin apartarme de encima suyo, volví a centrarme en su tatuaje. Lo besé suavemente, notando como la dueña se arqueaba ligeramente y, cuando hube terminado, lo volví a cubrir con la camiseta de pijama que llevaba. Apoyé mi cabeza en su abdomen y cerré los ojos cuando sentí sus dedos acariciar mi cabello.
No prestaba demasiada atención a lo que decía, pero sí percibí que sus respuestas eran cortas y secas. De vez en cuando la oía chasquear la lengua con molestia, pero en ningún momento dejó de juguetear con los mechones de mi pelo.
-No, no puedo ir hoy, tengo invitados en casa -parecía enfadada-. Pues unos amigos, no los conoces.
Levanté ligeramente la mirada para observarla. Se había apartado el móvil de la oreja para no escuchar lo que le decía y estaba bufando para tranquilizarse.
-Pues no hagas planes conmigo sin consultármelo, es que ya no sé cómo te lo tengo que decir -vale, estaba realmente cabreada-. Tengo una vida, ¿sabes? -hizo una pausa-. Está bien, ya hablaremos. Adiós.

ESTÁS LEYENDO
Shadows
Novela JuvenilNo esperaba volver a preocuparme por nadie que no fuera yo mismo. Hasta que la encontré a ella.