Capítulo 19

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Me desperté con un horrible dolor de cabeza. Era como si tuviera una convención de martillos neumáticos dentro. Me palpitaba la sien y me molestaba cualquier pequeño ruido. Sentí el latido de un corazón bajo mi mejilla y una respiración acompasada. ¿Dónde estaba? Esa no era mi habitación. Entonces recordé lo que había ocurrido la noche anterior y levanté mi mirada para encontrarme con el rostro de Ruby observándome con una sonrisa.

-¿Cómo te encuentras? -susurró mientras acariciaba mi cabello.

-Shhh, no grites -me quejé volviendo a cerrar los ojos. Sentí como su pecho se movía al reír-. ¿Cuánto tiempo hace que estás despierta?

-Un rato -miró la hora-, largo.

-¿Por qué no te has levantado? -pregunté de nuevo y me apoyé de lado sobre mi brazo para poder observarla sin tener que girar el cuello como si fuera la niña del exorcista.

-No quería despertarte, necesitabas descansar -sonrió tiernamente-. Además, estaba cómoda.

Asentí. Siguió acariciando mi cabello suavemente, adormilándome de nuevo.

-¿Qué hora es? -pregunté de golpe.

-Casi las doce del mediodía -me respondió. Abrí mucho los ojos-. Los demás están en el salón esperando a que vayamos.

Lancé un gruñido a modo de queja y apoyé mi frente en su abdomen. No quería moverme de allí, quería estar un rato más así con ella. Sus dedos recorrieron mi cabeza desde la frente hasta la nuca y viceversa. Suspiré de satisfacción.

-Como sigas así, no vamos a salir de esta habitación en mucho tiempo-le advertí a lo que ella rió.

-Ven aquí -dijo y me ayudó a acomodarme entre sus piernas, quedándome completamente encima suyo pero sin aplastarla.

Pasé mis brazos por detrás de su espalda baja, abrazándola, y volví a cerrar los ojos al sentir como seguía jugueteando con mi cabello. Ninguno dijo nada, no hacía falta. Estábamos cómodos sumidos en ese silencio, cada uno pensando en sus cosas. Entonces una duda que me había estado carcomiendo desde que la conocí apareció en mi mente.

-¿Puedo hacerte una pregunta? -dije elevando ligeramente la cabeza para mirarla a los ojos.

-Ya la has hecho -bromeó pero sin sonar demasiado burlona-. Dime.

-¿Dónde está tu madre? -sus dedos se detuvieron al oírme. Cuando se recompuso de la sorpresa, volvieron a acariciarme el cabello.

-Ya no vive con nosotros -creí que lo dejaría ahí, pero siguió hablando-. Mis padres se divorciaron hace un par de años. No fue fácil para ninguno de nosotros -carraspeó y prosiguió hablando-. Para mí, mi familia era perfecta. Cuando un amigo me contaba que sus padres se estaban separando, yo no podía ni siquiera imaginarme por lo que debía estar pasando, ya que no me cabía duda de que a mí eso jamás me pasaría. Ya te imaginarás mi reacción cuando nos lo contaron.

>Yo ya me lo veía venir, hacía meses que se notaba mucha tensión en casa y a lo último ya era insoportable. Pero mi hermana no y eso la destrozó. Soy muy sobreprotectora con ella porque siempre será mi hermana pequeña. Encima, el divorcio no fue demasiado amistoso, pues estuvimos yendo de juicio en juicio durante meses. Mi hermana y yo nos vimos en una especie de guerra psicológica que ni siquiera era culpa nuestra. 

Vaya, a pesar de que no me había dado muchos detalles, no me esperaba oír esa historia. Ahora entendía porque no había ni un solo retrato en su casa y porque casi nunca hablaba de ella.

-No sé qué decir -admití ligeramente avergonzado.

-No hace falta digas nada -sonrió con dulzura.

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