En el que conozco más de ella

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Adam



Miré mi reloj de pulso por tercera vez consecutiva. Habíamos quedado de vernos en la cafetería del campus a las cuatro de la tarde y yo había llegado puntual, en cambio ella... ni sus luces y ya casi daban las cuatro y media. Me pregunté si le habría pasado algo y estuve a nada de llamarla; sin embargo, en cuestión de segundos apareció en la puerta de la cafetería. Movió su cabeza de un lado a otro buscándome y yo esperé a que me encontrara. Al verme, avanzó rápido hasta la mesa en la que yo estaba y se sentó a mi lado.

—Lo siento... me quedé dormida.

—¿Por qué no me sorprende? —le pregunté y reí.

—No estoy acostumbrada a citarme con personas después de clases —dijo, y casi copió el tono que yo había usado esa misma mañana cuando le había dicho que no estaba acostumbrado a pasar por gente.

—Touché —susurré y ella sonrió burlona—. ¿Por qué te quedas dormida en clase? ¿No duermes bien en casa?

Esa chica era como un campo lleno de minas. Dabas un paso incorrecto y parecía como si todo fuese a explotar... en su caso... nunca sabías qué pregunta podría detonar esa mirada incómoda y preocupada. Sam desvió sus ojos de los míos y, nerviosa, negó con la cabeza.

—Suelo... tener pesadillas —confesó y yo no pregunté más—. ¿A dónde iremos? —quiso saber casi de inmediato como para cambiar de tema y yo accedí a no volver a la conversación anterior.

—A la biblioteca.

—¿A la biblioteca? —repitió ella con gesto confundido y yo asentí.

—¿Te molesta?

—No, de hecho, es mi lugar preferido para dormir.

Reí y ella me sonrió como para secundarme.

—Haremos algo diferente a eso.

—Diablos... ya estaba emocionándome —susurró divertida.

—Vamos.

En cuanto entramos en la biblioteca me di cuenta de que, por la hora, estaba casi vacía. Normalmente iba allí cuando tenía tiempo entre clases. Me gustaba leer y mucho. Era un hábito que había heredado de mi madre, quien, desde que yo era solo un niño, solía contarme cuentos todo el tiempo. Amaba los libros de misterio y suspenso, pero también tenía cierta inclinación por los de ciencia ficción. Por suerte, la biblioteca del campus era lo suficientemente vasta y tenía de todo.

—¿Te gusta leer? —le pregunté en cuanto comenzamos a pasearnos por los pasillos poco iluminados.

—No soy un ratón de biblioteca si es lo que preguntas, pero podría decirse que sí me gusta.

—¿De qué género? —me interesé en saber mientras ella pasaba las yemas de sus dedos por los lomos de los libros a su lado.

—Postapocalíptico —susurró con una mueca burlona y yo me reí. 

Un juego peligrosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora