En el que me doy cuenta de lo competitiva que soy

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Sam


No supe por qué lo dijo. Sabía que yo estaba tras ella y que las escuchaba... ¿por qué había dicho eso? ¿Realmente le gustaba? Estaba tan alterada que olvidé respirar.

—No sé... quizá cuando termine con mi novio, pueda salir con él. Hace tiempo me invitó a salir —aseguró mi prima y el interior de la boca se me secó. No pude evitarlo y me giré para mirarla directo. Los ojos azules de Candace me taladraron y yo la miré con el ceño fruncido. Las otras dos no se dieron cuenta de nuestro duelo de miradas, y Kitty, con un puchero, negó con la cabeza.

—No es justo. Yo también quiero salir con él.

—Entonces... deberíamos competir, ¿no lo crees?

Pero mi prima no miraba a Kitty. Me miraba a mí.

Pero ¿qué demonios?

—En ese caso deberían ir a animarlo, si lo que quieren es que las note —agregó Becca emocionada por la guerra declarada. Kitty aplaudió animada.

—Hablaré con él al final del partido. Ya lo había decidido, pero ahora, con tu declaración —dijo Kitty mirando a mi prima—, me da la impresión de que, si no me apresuro, me ganarás.

—Es verdad —aseguró mi prima sin dejar de mirarme—. Deberás esforzarte si lo quieres para ti sola. No te lo dejaré fácil.

Rompí el contacto visual, cogí mi mochila y salí de la cafetería con la respiración agitada. Apoyé las manos sobre el barandal de afuera y negué con la cabeza una y otra vez... estaba mareada. Me pasé los dedos de la mano derecha por el cabello y noté mi pulso latir desbocado. Mis ojos volvieron a buscar la hora en mi reloj de pulsera y de la nada, eché a correr con la mochila al hombro.

A los pocos minutos llegué a la cancha y mi mirada se perdió en Adam en cuanto lo encontré. Sonreía como siempre pero solo con los labios. Su mirada parecía diferente. Me daba la espalda pues jugaba en el lado de la cancha que estaba más cercano a la reja de seguridad. Noté que estaba diferente porque se giró para hablar con el árbitro y pude ver su rostro mientras el montón de animadoras y de chicas que estaban detrás de mí en las bancas, gritaban y animaban a los chicos que jugaban, él incluido.

Me pregunté por qué tendría esa mirada y de repente, advertí que yo no debía estar allí. En primera, estaba fuera de lugar. Varias de las chicas habían notado mi presencia, me señalaban y se decían cosas en secreto. De inmediato supe que hablaban de mí y me relacionaban con él. En segunda... mis pies habían actuado solos sin que mi mente hubiese podido controlarlos y ahora me daba cuenta de lo estúpido que era. Adam estaba a punto de volver al juego y yo de irme, cuando sin querer, él se giró al escuchar el grito de una de sus admiradoras y me vio. Al principio pareció genuinamente sorprendido, pero casi de inmediato volvió a hablar con el árbitro como para pedirle tiempo y corrió hacia la rejilla de seguridad.

—Viniste —dijo en cuanto llegó y colocó su mano cerca de la mía en la reja.

—Yo... bueno...

—Creí que no vendrías —interrumpió él y sus ojos me miraron como siempre. Había recuperado el brillo que yo no le había encontrado al llegar—. Siéntate por allá —dijo y señaló la primera banca de las gradas que estaba casi ocupada por completo—. Tengo que regresar, pero... me da gusto que estés aquí —finalizó y golpeó levemente la reja con su mano cuando se alejó y me sonrió.

Con la incomodidad al máximo me giré y me encontré con las miradas asesinas de varias de las chicas que de inmediato se sentaron y se movieron para no dejar espacio en la banca. Me dije que era una tontería que no tenía por qué estar allí y decidí irme. Cuando me giré me encontré cara a cara con mi prima. Me observó con una ceja alzada y avanzó para pasarme de largo como si no me hubiera visto. 

Un juego peligrosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora