Demasiado segura para mi propio bien

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—Entiendes que todo esto podría incrementar lo que siento por ti, ¿no?

—Estoy consciente de la posibilidad —dijo él con una pequeña sonrisa que de inmediato escondió.

—¿Qué harás si me enamoro de ti? —pregunté tan directo como pude y me felicité por no tartamudear. Tenía las manos heladas y sentía que el corazón estaba por salirse de mi pecho en cualquier momento. Sus ojos dorados me estudiaron con intensidad por unos segundos y luego negó con la cabeza.

—¿Podrías?

Su pregunta me dejó aún más helada. Tragué y dejé de mirarlo porque sus ojos eran tan magnéticos que temí no poder desviar la mirada.

—¿Crees que soy incapaz de enamorarme de alguien?

—Aún no lo sé, Sam —dijo con lentitud, y con un tono muy grave que nunca le había escuchado, agregó—: ¿Por qué no lo intentas?

Me quedé sin aire y solo poco tiempo después me recordé que debía introducir oxígeno en mis pulmones de nuevo o moriría allí mismo. Inhalé ruidosamente y él sonrió.

—¿Estás burlándote de mí?

—No.

Salí del auto y lo empujé con la intención de tener mi espacio, pero él no se movió más de cinco centímetros.

—¿Estás diciendo que no te importa?, ¿que no te molestaría que algo así sucediera?

—¿Por qué tendría que molestarme?

—El contrato... yo...

—El contrato no dice nada de eso. No te prohíbe tener sentimientos por mí y... —me miró fijo— tampoco me lo prohíbe a mí.

Ante sus últimas palabras mi pecho se contrajo y me sentí mareada.

Cielos... ¿por qué me pasa esto?

—Sam —susurró él y se acercó un poco más—, eres libre de enamorarte de mí si eso es lo que quieres... pero solo sabremos si tus sentimientos son genuinos cuando el mes termine. Y yo estaré esperando por tu respuesta.

—¿Qué quiere decir eso? —le pregunté y mi voz salió tan poco firme que, sin quererlo, expuse mi nerviosismo—. ¿Que quieres que me enamore de ti? —quise saber con tono sarcástico.

—Yo... ya no estoy seguro de qué es lo que quiero —me dijo él sin despegar sus ojos de los míos—. Pero de lo que sí estoy seguro, es de que, si debo hacer que te enamores de mí para lograr mi objetivo... no voy a detenerme.

—¿Tu objetivo?

—Sí —susurró cerca de mi rostro.

—¿Cuál es? —quise saber de inmediato y él me mantuvo la mirada; luego comenzó a alejarse y ladeó su cabeza en ese gesto conocido ya para mí.

—Que seas feliz. 

Un juego peligrosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora