En el que pido mi deseo

718 70 6
                                    

Adam



No puedo negar que me divertí. Sinceramente siempre había creído que bañar perros y acicalarlos era una tarea muy difícil, abrumadora y aburrida; sin embargo, me la había pasado muy bien. Con los cachorros la cosa no había estado tan complicada, eran pequeños y aunque jugaban y se movían e intentaban escaparse, corrían y se patinaban sobre el suelo; logramos bañarlos sin más problema. Eran muy pequeños así que Sam decidió no ponerles la correa y dejarlos que experimentaran en la tina.

El problema apareció una hora después cuando tocaron la puerta de la veterinaria, Sam se ausentó y regresó después de cinco minutos con un perro enorme. Un San Bernardo con actitud de estar pasándola totalmente relajado.

—Es hermoso, ¿no?

—Parece bastante bonachón. ¿Se deja bañar con facilidad? —pregunté preocupado y Sam se encogió de hombros. No supe qué pensar al respecto, pero luego de que comenzamos, entendí su mutismo ante mi pregunta. Bernie odiaba el agua. Cada vez que lo mojábamos, se sacudía, cuando le poníamos jabón y shampoo, se sacudía... e incluso cuando no estábamos haciendo nada, se sacudía.

Terminé lleno de agua, de shampoo y acondicionador para perro y de mucho... mucho pelo.

Este perro tira pelo como si fuese su profesión. Cielos

Aún así no desistimos y finalizamos de secarlo solo cinco minutos antes de que la dueña llegara por él. Sam lo entregó y regresó. Yo estaba sentado en una silla. Me sentía cansado. Ese perro se había llevado toda mi energía.

—Lo hiciste bien para ser tu primer día —dijo ella con una sonrisa cuando se acercó a mí. Se sentó en una de las planchas y me observó divertida—. ¿Vas a querer tus cinco minutos ahora?

—Sinceramente ya lo había olvidado. Esto es endemoniadamente cansado —comenté con una risa rápida—. Pero me divertí. Es probable que este pelo de perro no salga de mi ropa ni de mi cabello en algún tiempo, pero en realidad la pasé bien.

—Gracias por haberme ayudado. Te daré la mitad de mi paga de hoy.

—No es necesario, Sam. Con que me concedas lo que quiero es suficiente.

—Bien... ¿cuál es tu deseo?

Me había dicho a mí mismo que debía mezclar mis peticiones serias con algunas que fuesen más relajadas, así que suspiré y asentí.

—El momento más vergonzoso de tu vida. Quiero conocerlo.

Sam sonrió ampliamente y yo sentí como si algo dentro de mí se moviera extrañamente.

—No tienes piedad. ¿Realmente vas a hacerme confesar mi momento más vergonzoso?

—Muero por escucharlo —dije con tono serio y ella rio. 

Un juego peligrosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora