En el que surge un imprevisto

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Sam


—No puedo creerlo —dijo él con expresión molesta, se puso de pie y así, empapado, se fue directo a abrir la puerta. Me quedé sola en el jacuzzi con el pulso acelerado y unas terribles ansias. Me introduje en el agua caliente por completo, hasta la coronilla, e intenté relajarme, cuando salí del agua, Adam estaba de nuevo en la puerta.

—¿Qué pasa? —pregunté al ver su expresión genuina de preocupación.

—Debo bajar. Algo pasó con Candace.

—¿Qué sucedió? —cuestioné con un nudo en la garganta.

—Se desmayó. Vístete, te veo abajo.

Cuando llegué a la planta baja con solo la bata puesta y el cabello empapado, vi que la mayoría de los invitados estaban en la sala. Mi prima estaba acostada en el sillón y se veía muy mal. Adam estaba a su lado y sujetaba su mano para checar su pulso. Me acerqué con el cuerpo tembloroso y fruncí el ceño confundida.

—¿Qué le sucedió? —quise saber y me hinqué con lentitud a su lado. Kitty fue la que, con voz chillona, explicó:

—Se desmayó de la nada. Jugábamos afuera y de repente cayó en la arena. Don la trajo y fue a llamar a Adam.

—¿Adam? —lo llamé como para pedirle que me explicara cómo se encontraba mi prima.

—Tiene fiebre —susurró él—. Su pulso está bien y su respiración también. Un poco agitadas nada más, quizá... solo es un resfriado.

Pero por su tono supe que no era solo eso. No sé por qué tuve la impresión de que él mentía. Adam acercó su rostro al de mi prima y colocó su frente sobre la suya. Ese gesto de cercanía me dijo que había algo que yo estaba pasando por alto, pero no tenía idea de lo que era.

—Sam, llena el jacuzzi con agua templada, más fría que caliente. Don, ve por una bolsa plástica y llénala con hielos. Kitty, busca en su bolso de viaje ropa cómoda y ligera para cambiarla en cuanto remita la fiebre.

Todos hicimos caso a sus indicaciones y los demás simplemente permanecieron sentados cerca. No mucho después de que yo hubiera subido, Adam llegó con mi prima en brazos, pasó al baño y la introdujo en el jacuzzi. Don entró poco después y le alargó la bolsa con hielos. Adam introdujo la mano al agua y colocó la bolsa sobre el abdomen de mi prima mientras Kitty la sujetaba por los hombros. Poco después llegó Becca, que se asomó por la puerta del baño y se sentó en el suelo.

Al cabo de una hora la fiebre bajó, aunque no mucho, y supimos que debíamos darle algún medicamento. Adam se encargó de pedirle a algunos de los chicos que fueran a la farmacia por medicamentos para bajarle la fiebre y ya que mi prima no estaba muy consciente, tuvimos que dárselo en jarabe. Para las tres de la mañana todos estábamos muertos de cansancio. Kitty y Becca se fueron a dormir con los chicos con los que habían ido y Don permaneció con mi prima y se negó a irse a dormir.

—Ustedes vayan. Deben regresar temprano a la ciudad. Yo puedo quedarme un poco más y descansar después. La cuidaré. 

Un juego peligrosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora