En el que me doy cuenta de que ella puede leerme

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Adam


Esa no era una pregunta común y supe perfectamente bien por qué me la había hecho. Estuve a nada de no contestar, pero al final decidí hacerlo.

—Cualquier cosa.

—¿Incluso tu vida? —preguntó aún sin mirarme.

—Sí.

Ante la seriedad de la conversación, ella comenzó a trenzarse el cabello y sonrió con incomodidad.

—Mírate... todo un caballero en brillante armadura, dispuesto a arriesgar tu vida para salvar a los que amas.

—¿Tú no lo harías? —quise saber con una sonrisa ladeada al escuchar su tono burlón. Ella me dio una mirada irónica que nunca le había visto.

—Lo intenté. Parece que no quisieron aceptar mi vida —susurró. Ambos nos miramos fijamente.

—¿Quiénes? —pregunté. Sam alzó la mano a mi rostro mientras parecía estar completamente perdida en su mente; estiró sus dedos y con delicadeza colocó sus yemas sobre mi mejilla, luego todo lo largo de sus dedos y finalmente su mano completa la acunó. En cuestión de segundos regresó a la realidad y me miró como si hubiese descubierto algo.

—Tú lo hiciste, ¿no? Ya has dado algo valioso para salvar a alguien que amas, ¿no es así?

Me sorprendí. Realmente me quedé anonadado de que supiera algo como eso con solo hacerme unas preguntas y mirarme fijamente. Ella pareció darse cuenta de que lo que hacía estaba fuera de lugar y retiró su mano, pero yo fui más rápido y la sujeté de la muñeca. Sentí su pulso que comenzó a volverse más veloz y acaricié con suavidad la parte interna de su muñeca. Su hermosa mirada me encontró de nuevo y yo solo pude llevar con lentitud y sin dejar de mirarla el dorso de su mano a mis labios. Cuando los coloqué en la piel suave de ella, sus pupilas se dilataron y me di cuenta de que su respiración se agitó.

—Tu tiempo se acabó. Eso... no tengo por qué responderlo. Pero si deseas saber la respuesta... podrías darme algo a cambio —susurré y volví a besar su mano.

—¿Qué cosa? —preguntó igual de suave que yo.

Me incliné notoriamente sobre ella, pero Sam se mantuvo en ese mismo lugar y observó mi rostro cerca del suyo con los ojos brillantes.

—Podrías decirme qué es lo que más te gusta de mí —molesté con suavidad y una sonrisa burlona. 

Un juego peligrosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora