En el que me secuestran

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Sam


Me dije que solo serían unos minutos camino al campus... luego podríamos los dos tranquilizarnos y hablar; tal vez incluso podía buscar a Candace para preguntarle qué había sido todo eso. Sin embargo, me di cuenta solo cinco minutos después... de que no íbamos con dirección a la universidad. Miré alterada hacia todos lados y luego lo observé a él, que parecía tenso, pues seguramente ya se había percatado que yo podía notar que no íbamos al campus.

—¿A... a dónde vamos? —pregunté con la voz entrecortada.

—A lo de mi abuelo.

—Pero tenemos clases —dije rápidamente y me sentí nerviosa—, ayer falté, no está bien hacerlo dos días seguidos. Deberíamos regresar.

Adam negó con la cabeza y ni siquiera me miró. Las manos me temblaron y entré en pánico. No tenía miedo de él... sabía que no me lastimaría, pero... había algo que no me gustaba, había algo que me ponía muy intranquila. Después de unos segundos, él quitó su mano de la palanca y la colocó sobre la mía temblorosa.

—Lo siento... no quiero... —intentó sin quitar la mirada del camino y luego gimió en frustración—. Te lo explicaré todo. Te diré todo lo que quieras saber en cuanto lleguemos ahí. ¿De acuerdo? ¿Puedes confiar en mí?

Lo miré con la respiración entrecortada y asentí.

—Bien.

En el camino los dos estuvimos en silencio. Me sentía incómoda por lo que había sucedido y realmente no había nada que quisiera o pudiera decir. Después de la hora, aparcamos enfrente de una enorme casa que estaba rodeada de un frondoso bosque y nos bajamos del auto. Adam me sonrió y suspiró.

—Siento haber actuado así. ¿Podemos solo... relajarnos y tratar de no pensar en lo que sucedió, hasta más tarde?

—De acuerdo —asentí sin estar muy segura. Avanzamos por el camino empedrado y él sacó la llave de la casa de su bolsillo trasero. Entramos y yo me sorprendí por el estilo de la casa, porque, por fuera parecía más como una residencia de caza, pero por dentro era sumamente elegante—. Es muy linda —susurré y la admiré mientras observaba hacia todos lados. Adam sonrió y asintió.

—Era de mi abuelo paterno. Te comenté que mi familia se dedica a trabajar tierras y demás, ¿no?

—Sí.

—Pues... resulta que mi abuelo compró este terreno y mandó construir esta casa, para traer a mi abuela aquí.

—¿Y vivieron aquí?

—No. Cuando la casa estuvo lista mi abuela se enfermó gravemente y murió a los pocos meses —comentó él con un gesto triste—. Mi abuelo falleció poco tiempo después... no pudo soportar la muerte de mi abuela.

—Entiendo —susurré y lo sujeté de la mano. Él se encogió de hombros y me dio un recorrido por el lugar.

—Papá quería las paredes blancas y yo me ofrecí a hacerlo.

—¿Aún te falta mucho?

—Algo, como ves es un lugar muy grande así que es difícil terminar rápido yo solo. Y es por era razón que hoy estás aquí. ¿Trajiste tu cambio?

—Sí —dije con un asentimiento e intenté, justo como él lo había pedido, dejar de pensar en lo que había sucedido antes. Adam me guio al baño y yo me puse unos shorts cortos de mezclilla que estaban manchados y una playera pegada, de manga larga y de color negro que tenía algunos hoyos y que tampoco me importaba si se manchaba o no. Me amarré el cabello en una coleta alta y salí rápido para encontrarme con él, que me esperaba apoyado de espaldas en el barandal, con la mirada perdida en el celular y cuando salí me observó de inmediato y sonrió. Sus ojos me estudiaron con interés y yo me sonrojé—. ¿Qué?

—¿Vas a ayudarme a pintar o a intentar seducirme? 

Un juego peligrosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora