En el que por fin puede decirlo

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—Alicia —comenzó con voz insegura—. ¿Quieres saber qué es lo que sucedió conmigo?

Me quedé atónito. Intenté decir algo, mas no me salió la voz.

—Sí —dijo mi hermana con suavidad.

—Yo... tenía una hermana pequeña, que, para ahora, tendría más o menos tu edad —comenzó con la voz temblorosa—. La amaba mucho, así como Adam te ama a ti —dijo lentamente.

—¿Qué... qué fue lo que le pasó? —preguntó mi hermana con gesto calmado.

—Ella... falleció. Murió porque un hombre la atropelló —dijo con suavidad. El rostro de mi hermana se ensombreció, se acercó más a Sam, le rodeó el cuello con los brazos y la abrazó fuerte.

—Lo siento mucho, Sam. No lo sabía.

Sam se alejó de ella después de unos segundos y se limpió el rostro.

—Antes estaba... realmente triste, pero ahora, ya no lo estoy tanto —dijo sin dejar de mirarla. Alicia ladeó su cabeza justo como yo lo hacía cuando deseaba saber algo y Sam le sonrió—. Porque tú tienes algo de ella y gracias a eso... hoy estás aquí. Estoy segura de que... mi hermana está contenta de que tú estés bien.

Supe que Alicia entendió de inmediato a lo que Sam se refería. Sus ojos se abrieron en total emoción y le sonrió con ternura a la chica frente a ella, luego colocó su frente contra la de Sam y dijo muy suavemente:

—Siempre... quise saber cuál era su nombre. ¿Podrías... decírmelo?

—Jenny. Se llamaba Jenny —susurró Sam contra el rostro de mi hermana. Alicia cerró sus ojos y unas lágrimas solitarias corrieron por sus mejillas.

—Gracias... Jenny —dijo con suavidad—. Gracias, Sam. Gracias papás de Jenny y de Sam.

Sam se abrazó al cuerpo frágil de mi hermana y las dos se quedaron así por minutos que a mí me parecieron eternos.

—¿Qué sucede? —preguntó mi madre unos metros tras de mí. Yo, con los ojos nublados por las lágrimas que aún no dejaba correr, me limpié rápidamente y me giré para encararla.

—Nada... iremos en un segundo, mamá.

Vi que mi padre estaba parado a su lado y nos observaba con el mismo gesto lleno de extrañeza.

Sam y mi hermana se alejaron y ambas se sonrieron.

—Regresa a la casa, Alicia.

Mi hermana asintió ante mi orden, dio un beso en la mejilla de Sam, se alejó de ella y avanzó hasta la casa en donde mis padres estaban parados, con gestos extrañados. Cuando Alicia llegó a ellos con los ojos llorosos, sonrió.

—Se llama Jenny, mamá. La niña con la que siempre sueño, se llama Jenny.

Emocionada, pasó de largo a mis padres, le dio una última sonrisa a Sam, y se adentró en casa. Mis padres, sorprendidos por las palabras de mi hermana, pues ellos sí estaban al tanto del nombre de la pequeña, pero nunca se lo habían dicho, me miraron a mí y luego a Sam. Mamá se llevó las manos a los labios y ahogó una exclamación de emoción. Sujetó a mi padre con la otra mano.

Un juego peligrosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora