Resumen: Gukie es un amargado y llega su mágica navidad.
Hace no tan mucho tiempo, en un no tan lejano reino, existía un personaje poco cariñoso, malhumorado. Ese personaje se llama Jungkook, y la causa mayoritaria de su mal humor, era la tan preciada Navidad, le fastidiaba esa celebración como a nadie más. Puede que parte de ese odio se lleve de la mano con el hecho de que hace un año exactamente, justo en Navidad, encontró a su ex-novio, con quien llevaba saliendo cinco años, engañándolo con otro chico, en su casa, en su cama. Se mudó de ciudad, necesitaba un nuevo comienzo, una vida sin chicos molestosos que se metieran de por medio.
Jungkook vivía una vida medianamente tranquila, trabajaba para el periódico local, la ciudad en la que vivía era bastante pequeña, pero aún así muy pintoresca, le gustaba nuevo hogar, era campestre, tenía algunas hectáreas de bosque y muy cerca de su casa había un pequeño lago al que iba comúnmente, justo como en esa mañana, pasó casi todo el día metido en el agua, nadando de lado a lado y disfrutando el clima, hoy no debía ir al periódico porque — oh, vaya —, mañana era navidad.
Luego de pasar viendo películas toda la noche, mayormente del universo Marvel, porque era un fiel seguidor de Iron Man, se quedó dormido en el sillón, sin importar lo poco cómodo que era.
Y sin duda alguna, no esperó despertar en una casa completamente remodelada, había un gran árbol de navidad, guirnaldas colgando por doquier, al igual que muérdagos, ¿que infiernos era esto? El olor del chocolate caliente llegó a el, al mismo tiempo que una melodía navideña fue murmurada por unas voces melodiosas.
De un salto se levantó para llevar sus descalzos pues hasta la cocina, llevó sus manos a sus ojos para restregarlos, esto no podía ser cierto. ¿De verdad había dos chicos con mamelucos de rayas rojas y verdes? Además estaba seguro de que esas orejas puntiagudas no eran normales.— Se puede saber, ¿qué es lo que ustedes hacen aquí? Fuera de aquí, ¡ahora! O llamaré a la policía.
Los dos chicos se voltearon y podía jurar que seguía durmiendo y esto era un sueño, porque esos rostros parecían estar tallados por los mismos ángeles, sus rasgos eran bastante diferentes entre sí, pero eso no les quitaba el ser preciosos.— Oh, Señor Jeon, ya despertó... estamos haciendo el desayuno, creo que sería mejor si espera en la mesa hasta que esté listo.— El pequeño de cabello rubio habló primero, ignorando todo lo que había dicho anteriormente.
— ¿No me escuchaste? ¡Dije que llamaré a la policía si no se van ahora!
— ¿Por qué haría eso? Fue usted quien pidió un regalo a Santa, señor Jeon.— Ahora fue el pequeño de cabellos celestes el que habló.
— ¿R-regalo de Santa? Sí, seguro, a lo mejor debería llamar al manicomnio, esto es una locura.
— No, señor Jeon, su petición fue muy clara, aquí está.— La pequeña mierda rubia sacó un papel arrugado de quien sabe dónde.— Dice: "Quiero tener a alguien con quien pasar navidad, que cocinen para mi y me consientan".