El oso dio un primer paso, mirándome como si con los ojos pudiera comerme. Su rugido se volvió acariciador en un vago intento de arrullarme... pero ¿Qué iba a dejar yo que me engañara? Esos eran trucos de caza... quizás no había sido en vida un guerrero, sino un cazador.
— Pensé que en la oscuridad no me descubrirías, cazadora —dijo el oso con una voz que no era precisamente humana; era penetrante, te llegaba hasta el alma, jugando con su fino ropaje, buscando convencer al corazón de lo contrario a la mente.
Y bien que la leía, porque continuó, contestando a mis pensamientos:
— Ciertamente en vida fui un cazador. Ahora mi trabajo es llevarte a mi tribu por órdenes del jefe mayor —dijo lentamente, acercándose un poco más cada vez.
Calculé mis posibilidades y me di cuenta de que no tenía escape. No podía retroceder o caería al río. A mis costados tampoco había opción, el río formaba un semicírculo que me obligaba a encarar a mi depredador ¿En qué momento había perdido el control de la situación para convertirme en la presa?
— Leyendo tu mente será imposible escapar, cazadora mugrienta de la tribu Aιrġυα —dijo jactándose de su extraordinario poder para leer mentes.
Cerré los ojos.
"La única forma de matar a un espíritu que invade un cuerpo ajeno es dándole en el corazón antes que en cualquier otro lado, o la magia no funcionará..." había dicho el sabio de la tribu.
— Bien informada estás ¡Ya veo! —comentó después de leer mis pensamientos.
La adrenalina ya corría por mi cuerpo, debía actuar rápido para ganarle a mis pensamientos.
"Invadirá tus sentimientos; te nublará la razón si te concentras en él y en sus palabras" Otro importante punto que había recordado justo antes de las primeras palabras de la bestia.
El oso estaba tan cerca, que alargando el brazo podría haberlo tocado con la punta de los dedos. Pero esa no era la intención. De improviso, salté hacia delante por arriba del oso, dando rápidas volteretas para aumentar la velocidad y el alcance de mi caída. Mis pies aterrizaron en el piso sin perder el equilibrio.
El oso quedó tras de mí, pero nos encaramos simultáneamente.
Sus filosas garras intentaron arañar mi rostro. Al tiempo que sus patas se movían, mi cuerpo también, esquivando exitosamente sus acometidas.
Pronto topé con el tronco de un árbol. Las garras seguían intentando arañarme, así que corrí detrás del mismo.
— ¡Cobarde! Primero no te quitas la capa para que pueda ver el rostro de mi contrincante y luego te escondes —chilló con rabia, pero mi concentración estaba en no caerme del árbol que estaba escalando.
Mi mano derecha se ciñió a la primer rama que estaba a su alcance, mientras que con la izquierda me sostenía de un hueco en la corteza. Mis pies no vacilaron al subir. Le hice espacio a mi mano izquierda junto a la derecha y así mi cuerpo hacia la rama. Lo único que no me esperaba era la garra del oso, que por más que intenté esquivarla, rasgó mi capa hasta llegar a mi piel.
Contuve el grito de dolor que mi cuerpo imploraba por soltar subiendo hasta la rama. Mi respiración era entrecortada, pero no me detuve; tomé la siguiente y me columpié hasta dar una voltereta y caer en la que le precedía. Llegué hasta la copa del árbol después de algunas otras volteretas. Así podía ver al oso con mayor detalle.
Mantuve el equilibrio en cuclillas. Mi mano aún sostenía el cuchillo. Escuchaba los rugidos rabiosos de la bestia y sentía el temblor del árbol por los violentos golpes del oso contra éste. En un oso normal, el árbol nunca hubiera caído, pero con un oso tan descomunal y habitado por un ser sobrenatural no había forma de mantenerse en pie. En menos de lo que hubiera esperado el árbol se balanceó hacia un lado y el otro.
Entonces salté a la copa del árbol continuo, que ¡Gracias a la diosa Diana! Era mucho más alto que éste. Esperaba que resistiera más. Pero el oso acometió con la misma energía que con el primero hasta tirarlo, por lo que salté al siguiente.
El árbol caído tenía un tronco tan grueso que le obstruía el paso al oso, por lo que, aproveché la oportunidad y empecé a bajar; me tomé de la rama con ambas manos, dejando que el resto del cuerpo cayera, pisando con firmeza de la extremidad más próxima del árbol.
Calculé dónde venía la siguiente. Di un salto con media vuelta en el aire y me tomé de una rama más abajo. Balanceándome con la agilidad de un mono, caí en otra más adelante.
Primero miré hacia el piso y luego hacia el oso que seguía peleando con las ramas del árbol caído. Entonces, de un impulso, salté, dando un voltereta y aterrizando exitosamente. Mis rodillas se doblaron para soportar el impacto de tan grande altura, provocando que la capucha de mi capa cayera. Mi rostro quedó al descubierto. Por primera vez me alarmé ¡El oso no debía ver mi rostro! Rápidamente lo cubrí de nuevo.
Se escuchó un rugido triunfante, al tiempo que el oso saltaba impetuosamente el gigantesco obstáculo y corría hacia mí con las fauces abiertas.
Retrocedí unos pasos, levantando el cuchillo. "Sólo tengo una oportunidad" pensé.
El oso se paró en dos patas como al llegar y rugió con fuerza, golpeando la mano que sostenía el cuchillo. Éste salió volando lejos de mi alcance.
Maldije para mis adentros y retrocedí dos pasos.
La risa del oso era mucho más escalofriante que su voz o incluso que sus estridentes rugidos.
— Perdida, estás perdida... —escuché por primera vez. Mi primer error. El miedo me fue invadiendo lentamente, dejándome paralizada.
Repentinamente reparaba en sus ojos refulgiendo de maldad, en sus fauces atroces... Mi mente ya no pensaba en posibilidades de escape, estaba nublada del miedo; la única imagen presente era ésa, la del oso, la de la bestia misma que rugió con fuerza antes de abalanzarse sobre mí.
Seguramente la diosa me protegía, pues la capucha no cayó de mi rostro, sino que lo cubrió más, de manera que no podía ver los ojos del animal. Solo sus fauces.
Mi cuerpo empezó a temblar involuntariamente.
¡Qué rápido terminaba mi vida! A penas llevaba doscientas cincuenta y dos lunas; debía tener miles más. Pero estaba entre las garras de un oso gigantesco en el que reencarnó un cazador ¡Qué mundo más complejo me había tocado! Pero sonreí para mis adentros. Mi espíritu era aventurero. La experiencia de vivir en el bosque había sido maravillosa, de luchar contra guerreros amigos para aprender del manejo de armas, de trabajar entre las mujeres para conocer de la supervivencia y el cariño, de correr libre entre los árboles y nadar plácidamente en los ríos, saltando a las cascadas. Mi vida empezaba a pasar lentamente ante mis ojos, veía recuerdos tristes, felices, recuerdos preciados, algunos supuestamente olvidados... mis padres, mis dos hermanos mayores, el sabio del pueblo y la mujer más vieja.
Las fauces parecían incluso más grandes que mi rostro, entonces cerré los ojos. No podía acometer o el espíritu se volvería invencible... sólo dándole en el corazón... "Por favor, espíritu, escucha mi última plegaria, que sea una muerte rápida" Fue lo único coherente que pude pensar.
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⌘Cαżαdοrα εrrαητε⌘
FantasyMi brazo estaba marcado. Allí, incluso de lejos, se veía la marca plateada, que cruzaba como una enredadera por mi brazo, comenzando desde mi palma hasta mi hombro. Era la marca de un cazador. Mi tribu por generaciones había puesto esa marca a los...