Capítulo 11

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Después de aquel pequeño encuentro, hicimos un recorrido por las grutas con Μεπεσ y uno de sus guerreros como guía. Σs'κα ni siquiera se molestó en prestar atención, sino que nos siguió con la mirada ausente, recalcando que estaba allí por obligación y no por gusto.

Pasamos por varias habitaciones; por un pequeño almacén de provisiones; y conocimos el baño de la comunidad, además de una pequeña cocina y la salida de emergencias.

—La salida no se ha usado desde hace varias generaciones —comentó uno de los guerreros al tiempo que la mirada de Σs'κα por un momento se posaba sobre la dura piedra frente a nosotros.

Coloqué una mano sobre las rocas y la pasé por los resquicios y las ranuras esperando encontrar un hoyo o alguna posible puerta, pero la pared parecía sellada.

—¿Seguro que no estamos en la cámara equivocada? —pregunté en medio del silencio.

La humedad era palpable en todos lados. Podía sentir el sudor perlado en mi frente y las olas de calor húmedo chocar contra mi rostro como si estuviéramos en un verdadero horno.

Μεπεσ sonrió al tiempo que colocaba su mano sobre la mía. Mis mejillas se sonrojaron... Seguramente era el calor...

—Un poco más abajo —me susurró suavemente al oído mientras llevaba mi mano bajo una pequeña fisura en la piedra.

Contuve la respiración al tiempo que un extraño cosquilleo proveniente de mi mano llevaba una corriente calurosa por todo mi cuerpo.

Cerré los ojos sintiendo finalmente el símbolo de Αιrġυα tallado en la roca.

—Necesita de energía...

—Para ser abierta —terminé por él escuchando el eco de mi voz.

Abrí los ojos de golpe ¡Sabía lo que tenía que hacer!

Canalicé las fuerzas dentro de mí y esperé a que aquellas vigorizantes corrientes de energía cruzaran por mi brazo hasta mi mano. Justo en el instante que la energía rozó el símbolo de Αιrġυα, la marca en mi brazo brilló con intensidad, despidiendo aces de luz que atravesaban la delgada tela de mi capa negra. Mi luz recorrió la piedra revelando escrituras antiguas a una velocidad vertiginosa. Pronto toda la cámara estaba iluminada; el techo, las paredes, el propio suelo... El silencio se convirtió en voces y las voces en música. Era una melodía que parecía guardar un secreto profundo escondido en lo más recóndito.

Escuché maravillada.

—Son las voces de nuestros ancestros... —dije en un susurro a penas audible.

Y justo en aquel instante, la música desapareció de improviso y la luz de las escrituras antiguas se fundió en una sola en el centro de la habitación, formando un la silueta uniforme de un guerrero de posición rígida, que poseía dos cuencas en lugar de ojos.

Mis latidos se aceleraron hasta sofocarme. Sentí el peligro en el aire. Porque, a pesar de que el espíritu no tuviera ojos, yo sabía que su mirada vacía pero severa se dirigía a mí.

El aire comenzó a faltarme y el frío me invadió hasta tal punto, que mis huesos parecían congelarse. Era como estar sin vida; mis brazos no me obedecían y mis manos estaban muertas. El siguiente actor dentro de mí fue un miedo que llegó con una rapidez avasalladora ¡¿Qué era lo que sucedía?!

No podía quitar la vista del espíritu, que observaba mi metamorfosis sin ademán de ayudarme.

La noción del tiempo y del espacio de repente desapareció para mí. La falta de aire empezaba a hacerse evidente. Mis pulmones lo pedían a gritos, pero yo no podía pedir ayuda, porque no lograba ver ni a Σs'κα, ni a Μεπεσ, ni a los guerreros. Era como si hubieran desaparecido, aumentando mi desesperación; el vacío me comía por dentro, la soledad era mi enemiga y mi cuerpo y mente echaban la compañía en falta. Era agobiante y por un momento, deseé la muerte.

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