Capítulo 35

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Me despertaron los gritos de gente que me llamaba.

Me incorporé de un brinco y miré a mí alrededor aún con el recuerdo de lo sucedido durante la fiesta de Šoŗα.

Respiré hondo intentando calmar los sollozos.

Entonces se escucharon pasos que venían directamente hacia mí.

—¡Princesa Καητσ! ¡Al fin te encuentro! —me saludó Äρσητε apareciendo en la entrada del establo— ¡Me figuraba que estarías aquí! Prepara al oso, tienes que irte.

Lo miré desconcertada.

—¿Qué sucedió? —pregunté incrédula.

Äρσητε me miró con lástima por un momento.

—Μιενε estaba molesto... y le avisó a los dioses de tu presencia en nuestra morada. Debemos sacarte de aquí antes de que lleguen —explicó rápidamente.

Negué con la cabeza incapaz de creer lo que escuchaba.

—¿Pero cómo? —musité.

Se escuchaban gritos en la lejanía; eran voces que aún pronunciaban mi nombre con preocupación.

—Fue a la puerta de los dioses durante la fiesta y avisó de tu estancia con nosotros.

Äρσητε colocó una mano sobre mi hombro.

—No me quiero ir... —sollocé.

Soltó un hondo suspiro.

—Eres protegida de la diosa Diana, por lo tanto, no hay nada qué temer —me consoló—. Ahora prepara al oso, avisaré que te he encontrado.

—¿Iré sola? —pregunté con la voz temblorosa.

Äρσητε sonrió sin que la felicidad le llegara a los ojos.

—Intenté persuadir a mi padre, pero, irás con Σs'κα —contestó con pesar.

Asentí lentamente mientras bajaba la mirada para esconder mis lágrimas.

—Él te aprecia mucho, princesa, no permitiría que nada te pasara y mucho menos estando a su cuidado. Σs'κα es un guerrero invencible —aseguró Äρσητε.

Lo abracé fuertemente.

—Gracias, Äρσητε, tus cuidados y tu compañía me son muy gratos.

Me devolvió el abrazo.

Pensaba pagárselo de regreso, pero algo en mi interior me decía que lo más probable era que no volvería a verlo.

Los llamados fuera del establo cada vez se hacían más cercanos.

—Cuídate, princesa —y a pesar de querer ignorarlo pude notar el miedo en su voz.

Lo solté y me volví hacia Äκσ' κεωαδ.

—¿Listo, amigo?... Es hora de irse —informé tomando la pesada silla.

Se la puse con extremado cuidado y la amarré bajo su panza.

Äκσ' κεωαδ rugió con fuerza. Aquel rugido sonaba orgulloso, listo para partir.

Jalé la correa que venía de la silla conduciendo a Äκσ' κεωαδ fuera del establo.

Äρσητε ya había salido para entonces. Y los gritos fuera habían cesado.

La luz del Sol me deslumbró por un momento. Varias muchachas se acercaron a mí aturdiéndome con sus voces que se confundían unas con otras. No podía entender lo que me decían.

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