Capítulo 39

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Me concentré en su piel intentando tranquilizar mi respiración cuando descubrí mis marcas en ella. Y como si lo hubiera sabido desde siempre, coloqué mis manos sobre ellas y sentí una leve pero estrecha conexión con la mente del animal.

Comprendí sin grandes explicaciones que sus intenciones eran salvarme a mí y a mi compañero, y también cuáles eran sus planes ¡Vaya inteligencia tenía! ¡Era demasiado humana! No dudé que aquel era un ave legendaria de los dioses, que, contaban en las leyendas, habían sido grandes guardianes de los cielos hasta que su tiempo en la tierra se acabó y se extinguieron.

"Eres un ΞřțσΚ..." pensé sin rodeos.

El ave asintió y soltó a su vez un graznido antes de que entráramos en el remolino de viento.

"Inclínate" me ordenó.

No demoré ningún instante en obedecerle. Su cuerpo giró de improvisto hacia abajo, pero fue un movimiento tan rápido que no tuve tiempo de reacción para cuando ya me tenía entre sus garras. Sus alas me cubrieron, privándome completamente de la vista; dejándome escondida en una espesa capa de oscuridad. Escuché su graznido y entendí que se comunicaba con un segundo acompañante, pero mi escudo de oscuridad era tan potente, que ni siquiera podía sentir la dirección del viento ni la velocidad. Lo más maravilloso era escuchar los latidos de su gigantesco corazón. Y al pensar en su fuerza y su cadencia, supe que su corazón era seguramente más grande incluso que mi cabeza.

Conté y esperé.

No pasaron más de dos latidos, cuando el velo negro pareció descocerse y me encontré volando sobre el agua entre las garras del animal.

Éste se elevó de improvisto hacia la infinita oscuridad que era el techo de aquel recinto divino, y como antes... es decir, sin previo aviso, me lanzó hacia arriba y se colocó para que mis piernas cayeran en su lomo de piel biscosa. Me aferré a su ancho cuello y miré a mí alrededor buscando el remolino de aire. Al localizarlo a poca distancia de nosotros noté cómo de entre su fuerte corriente se escapaba un bello animal que en lugar de tener cabeza, parecía ser un enorme capullo rogizo cerrado; como los de las flores en el bosque, que descansan, cerrando sus pétalos durante la noche y se abren en el día. Así lentamente el ΞřțσΚ comenzó a descubrir su rostro animal. Entonces entendí el uso de aquellos pétalos que en realidad eran orejas. Eran para protegerse del fuerte viento... ¡Qué animales más sabios y poderosos! Si volaban con los ojos cerrados era porque tenían la misma capacidad que yo de avistar el aura. Y para aumentar mi sorpresa, descubrí a Σs'κα sentado sobre el lomo del animal, que, desde aquella perspectiva podía verlo con más detalle. Descubriendo unas alas, cada una tan larga como su cuerpo y unas garras que se curvaban al final por su tamaño, negras como el asabache. La verdad era que no parecía un animal muy amigable, cuando en realidad era mi salvador.

Coloqué suavemente mi mano marcada sobre sus marcas y sentí la conexión con su mente.

"¿A dónde nos llevan?" pregunté al tiempo que sentía mi rostro contrayéndose hacia atrás por la velocidad a la que volábamos.

"A su último destino..." Pero al escuchar aquella respuesta, el ave soltó un graznido atronador cuando comenzó a desplomarse hacia el suelo.

Grité sintiendo el terrible vértigo rebolotear en mi estómago ¡Caíamos y mi protectora parecía inconsciente! Algo debía haberle dado.

Apreté los ojos con fuerza y rogué que despertara, buscando al otro ΞřțσΚ con la mirada. Desubrí que aquel también se desplomaba con mi verdadero protector aferrado a sus orejas.

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