¿En qué rayos estaba pensando al llevarle comida? Aunque no debía sorprenderme de que fuera tan grosero... pero ¡Estaba tan indignada! Es que él era... era... tan cerrado y cabeza hueca. Seguramente nunca en su vida había probado la comida de Αιrġυα, sólo lo decía para amargar el momento.
Entré dando zancadas al comedor, despotricando para mis adentros contra el hijo del dios del Fuego.
Al llegar a mi lugar, me senté sin preámbulos y miré mi plato con molestia.
—¿Sucedió algo? ¿Ya no tienes hambre? —preguntó Μεπ.
Negué con la cabeza.
—Perdí el apetito, eso es todo —contesté secamente. Μεπ rió con la misma sequedad mirando hacia otro lado— ¿Qué? —repuse incrédula.
—Sabía que no era buena idea —repuso, volviéndose con la mirada seria.
Observé su plato vacío.
—¿Y quién era la que comía mucho? —bromeé, intentando cambiar de tema.
Μεπ suavizó su expresión, riendo quedamente. O mi frase había servido para el cometido o él también quería cambiar de tema. Cualquiera de las dos posibilidades llevaban a lo mismo. Habíamos pasado a una plática distinta:
—Elegiste mi debilidad... —se excusó.
—Todavía no he olvidado tus gustos a pesar de que las lunas han pasado —aseguré tomando un poco de agua de mi copa.
Μεπ sonrió de oreja a oreja robándome por un instante el aliento. Con aquella sonrisa no era difícil olvidarse de los problemas...
Desvié la mirada.
No debía permitirme sentir aquello, estábamos a punto de separarnos, sólo le agregaba un peso más a mi viaje. "Es inevitable" dijo una vocecita en mi interior, pero la callé.
—Es difícil olvidar las cosas que recuerdan al hogar —murmuró Μεπ repentinamente serio—. En especial cuando estás lejos de él.
Sonreí cómplice a sus pensamientos y miré su mano tranquilamente sobre la mesa sin atreverme a tomarla como mi corazón me lo pedía.
Solté un hondo suspiro.
—Es bueno que nos hayamos encontrado, aunque haya sido por tan poco tiempo —dije con un hilo de voz.
El problema era que mis sentimientos hacia él habían cambiado, o sencillamente algo en él había cambiado desde la última vez que nos habíamos visto y ya no podía verlo de la misma manera. Ya no era solo un niño para mí, era un hombre hecho y derecho; un guerrero de pies a cabeza, que daba la vida por su pueblo. Verlo aceleraba mi respiración.
Me reproché interiormente mientras intentaba quitarme la idea de tomar su mano. Pero una chispa eléctrica se prendió cuando moví mi brazo levemente, rozando el suyo. Mis mejillas se ruborizaron de inmediato y no pude más que mantener la vista gacha, a sabiendas de que aquello me costaría la concentración.
—¿Te acuerdas aquella vez que seguimos al oso? —preguntó contagiándome su nostalgia.
Levanté la mirada e inevitablemente me crucé con sus ojos; de repente todo a nuestro alrededor pareció desparecer; los sonidos, los movimientos; todo parecía girar alrededor de él. Al querer desviar la mirada, mi cabeza se negó. Sus ojos me tenían irremediablemente atrapada, abrumando mis pensamientos; dejándome completamente desarmada.
Le dediqué una sonrisa.
—Después de tres lunas llegamos a su cueva y conocimos a sus crías —recordé.
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⌘Cαżαdοrα εrrαητε⌘
FantasyMi brazo estaba marcado. Allí, incluso de lejos, se veía la marca plateada, que cruzaba como una enredadera por mi brazo, comenzando desde mi palma hasta mi hombro. Era la marca de un cazador. Mi tribu por generaciones había puesto esa marca a los...