Capítulo 3

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Escuché aquellas temerarias risas interrumpidas entonces por un rugido atronador que no parecía de la bestia, pero no me atreví a abrir los ojos.

El pestilente aliento del oso todavía rozaba mi rostro mareándome un poco, no esperaba que el peso del animal sobre mí despareciera tan rápido como sucedió en ese momento.

¡¿Me habían salvado?! ¡¿O había muerto ya?!

Por fin me decidí a abrir los ojos. El oso me daba la espalda observando fijamente algo fuera del alcance de mi vista. Todavía sentía el dolor en mi espalda; palpitante, como si mi corazón estuviera allí.

"Actúa por instinto" pensé incorporándome tan rápido como pude al salir del trance.

Vi el cuchillo tirado en el piso, por lo que lo tomé y corrí hacia el oso, descubriendo entonces a mi salvador; el leopardo de las nieves que había perseguido por tantos días estaba en posición de ataque, rugiendo fuertemente al espíritu, mismo que lo observaba fijamente.

— Tu última flecha, querida, mientras yo lo distraigo ¿Entendido? —dijo rápidamente el leopardo.

Quedé rígida en mi lugar ¡¿El leopardo hablaba?! Además quería que usara mi última flecha... Tanto tiempo persiguiéndolo; francamente me cuestionaba si debía hacerle caso... Era mi enemigo, mi presa ¿Por qué habría de obedecerle?

— Soy hembra, querida y haz lo que te ordeno —dijo el leopardo con una voz suave, pero firme.

El cuchillo resbaló de mis manos mientras sacaba mi arco y mi flecha.

Preparé la flecha, tensando el puente... apunté. "Pero la flecha es para el leopardo..."  dijo una vocecita en mi interior.

El oso se volvió lentamente hacia mí.

— La flecha es para el leopardo —coreó mis pensamientos. Pero hice oídos sordos, no caería en aquel extraño hechizo... no de nuevo.

Esperé el momento indicado. Mis manos serían rápidas; precisas.

Entonces el leopardo se abalanzó sobre el oso, que forcejeó con él intentando tirarlo de su espalda, pero por más sacudidas que daba o mordidas a ciegas, el leopardo seguía aferrado a él.

"La flecha es para el leopardo..." Repitió la vocecita.

Mi arco dudó, porque mis manos temblaron... Era mi oportunidad; así llevaría al leopardo a casa y pasaría la prueba. Era la primera vez que estábamos tan cerca.

— ¡Dispara!—gritó el leopardo.

El oso rió a carcajadas al ver el arco vacilando entre mis manos.

"Concéntrate" me obligué a pensar, sabiendo que tendría que tomar una decisión antes de que fuera demasiado tarde.

El leopardo me había salvado de la muerte; había salvado mi vida y eso ya era mucho. Le debía lo mismo...

Pronto el oso llegó a niveles más frenéticos. Se movía con violencia; optó por pararse en dos patas y sacudirse. El leopardo no se quitaba.

El oso rugió con fuerza, casi tronando mis tímpanos.

O una decisión o la otra. El corazón o la razón... y la fuerza de voluntad. Era el momento.

— ¡Dispara! —chilló el leopardo.

Sus patas empezaban a resbalar; el oso parecía estarle ganando. Se movía provocando temblores en el piso.

Entonces tomé firmemente el arco y la flecha, el puente se tensó por segunda vez, calculé hacia mi presa. El calor que transmitía el arco se pasaba a mi brazo. Sentía el poder como si fuéramos uno sólo.

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