Capítulo 19

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Entonces una llama de fuego gigantesca que se dirigía directamente hacia mí se abrió pasó entre la negrura. Aquel zumbido se volvió más agudo... como si estuviera en pena.

Quedé paralizada esperando a que me llegara. Pero antes siquiera de tocarme, se esfumó deslumbrándome por un momento.

De repente la gente dejó de gritar.

Y cuando mis ojos se acostumbraron de nuevo a la penumbra, descubrí a un muchacho de tez morena, cuyos ojos azules resaltaban más que nada, entrando al recinto con un aire de superioridad que me era ya tan familiar.

Mi corazón dio un vuelco... Σs'κα.

Sus ojos se cruzaron por un instante con los míos.

Fuego empezó a salir de sus manos, un fuego que se expandió por el suelo, quemando la negrura a sus pies. No pude evitar pensar en la figura de su padre.

Se acercó hacia mí y sonrió con sorna al ver mi expresión de incredulidad.

—¿Pensaste que sería tan fácil deshacerse de mí, princesa?

Y a pesar de la situación tan crítica y el desconcierto que me causaba verlo vivo, lo fulminé con la mirada reprochando su actitud.

Repentinamente su expresión se puso seria.

—Y no sé si ya te dieron las malas noticias, pero... —comenzó, ignorando mi gesto— tú eres la única que puede abrir el portal y mi fuego no puede retener a esas criaturas inmundas por tanto tiempo.

No sé qué esperaba de verlo vivo, pero obviamente no fue alegría. No sé si fue la rabia o el orgullo lo que me obligó a abrirme paso entre el centenar de gente incrédula y acercarme a la pared para abrir la puerta.

El miedo se escondía en alguna parte de mi cuerpo, pero encontré la fisura que buscaba, coloqué mi mano y cerré mis ojos esperando a que mi energía se canalizara en mi mano marcada.

Sentí la conexión como si mi cuerpo fuera parte de aquel recinto. De repente, la incertidumbre y el miedo que habían reinado en el ambiente parecieron esfumarse, sustituidos por una tranquilidad abrumadora. El lugar se me antojaba vacío. Sin gente, sin negrura.

Me volví lentamente y me encontré con el mismo espíritu tuerto que me había recibido al principio, parado en el centro.

Lo encaré a pesar del miedo.

El espíritu sonrió con malicia y como aquella vez, voló hacía mí como un rayo.

Cubrí mi rostro como si me estuviera resignando a mi muerte. Pero el espíritu cruzó mi cuerpo y se materializó en la pared, creando runas antiguas que brillaron del color de mi marca, deslumbrándome.

Esperé a que llegara el frío, esperé a que se me fuera el aire, pero, en cambio, el tiempo pareció pararse y romperse en miles de pedazos regresándome a la realidad de golpe.

Tardé unos instantes en darme cuenta que había caído al suelo, de rodillas, frente a un pasillo que antes no había estado allí.

Miré desorientada a mí alrededor con el calor invadiéndome de nuevo. Observé cómo un fuego inmenso cubría la pared contraria y la gente me miraba con desconcierto, algunos con alivio. Busqué rostros conocidos; encontré a Αηατενκα y a unos palmos a su costado, al soldado que me había guiado hasta el recinto.

Αηατενκα corrió en mi auxilio y me ayudó a incorporarme.

Me descubrí respirando entrecortadamente.

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