Su boca volvió a abrirse, dejando que salieran aquellos extraños susurros que todavía no podía entender. Y conforme me iba acercando, las siluetas de los demás se volvieron borrosas, uniformes. Tanto, que a duras penas podía reconocer los rostros.
Cυκŭητε me miró expectante.
Me reverencié ante ella, al tiempo que ella movía su brazo sin perderme de vista. Entonces las figuras de los animales dejaron de aparecer, llegando en su lugar, ánimas de tamaños exuberantes; tuve la sensación de que aquellos eran los dioses. Estas crecieron hasta el techo. Primero adquirieron la forma de una mujer y un hombre.
La mujer le dio la espalda al hombre cuando de repente, de su cuerpo salió un pequeño bebé, que cubrió recelosa con sus brazos. La figura de humo corrió, gigantesca pero monstruosamente bella, y cruzó un bosque de humo que se extendía hasta un pequeño claro lleno de casas, donde escondió al bebé en una de ellas... una parte de mí tenía un vago sentimiento de familiaridad. Pero antes de que pudiera tomar en cuenta aquella sensación que intentaba abrirse paso entre las muchas otras que me abrumaban en ese momento, las casas se difuminaron y el bebé se convirtió en un pequeño niño, que después creció con arco y flecha en mano, corriendo por aquellos extraños bosques borrosos. Sus pasitos se marcaban con el mismo humo del que estaban hechos los árboles y de allí nacieron ojos, ojos que vigilaban a la figura; que la miraban con recelo y atención, como esperando algo. A cada instante me daba la sensación de que eran más ojos, millares de ojos que sólo observaban a la figura correr por el bosque.
Entonces empezó a acercarse a mí; correr hacia mí con el arco en alto. Y conforme se aproximaba, iba creciendo y de una pequeña figurita, se convirtió en una dama de humo del mismo tamaño que yo, que me apuntaba.
Ella también sabía que la observaban. Como si fuéramos una misma, me di cuenta de que yo la entendía; de que la sentía. Tanto, que me engañé momentáneamente y creí que todas esas siluetas de humo vivían, pero cuando la chica soltó la flecha, ésta sencillamente se estrelló contra mi pecho y se esfumó sin dejar rastro.
Bajé la mirada y pude encontrarme con el rostro del verdadero Μεπ, que estaba a sólo unos pasos de mí.
Me percaté de cómo se extendía una pequeña sonrisa en el rostro de cυκŭητε cuando la historia de humo se esfumó, abrumándome. La niebla se volvió densa y de repente ya no podía ver ni mis propios pies. Μεπ también desapareció.
Mi corazón palpitaba con fuerza ¿Qué significaba todo aquello?
Una luz se abrió paso entre toda aquella niebla y no dudé en acercarme a ella.
Cυκŭητε me miró inexpresiva, iluminada vagamente por la luz, lo que, irónicamente, le daba un aspecto sombrío y temerario.
Un cuchillo con marcas como las mías cayó sobre sus manos. Y a pesar de estar deslumbrada pude captar que las marcas eran plateadas, pero por la luz parecían doradas.
Cυκŭητε extendió la mano que portaba el cuchillo hacia mí.
Vacilé antes de dar los primeros pasos y percibir cómo la niebla se volvía más densa. Había una fuerza que me atraía; algo que me pedía que me acercara. A la mitad del camino mis pasos se volvieron más seguros y mis ojos sólo tenían vista para el cuchillo.
Extendí la mano. Y entonces cυκŭητε me lo entregó.
El mango era suave, se acomodó perfectamente a mi mano. Mi marca brilló con intensidad junto con la del filo de mi nueva adquisición. Sentí la energía fluir por mi brazo, recorrer mis hombros y llegar a mi corazón, envuelto en una calidez embriagadora. Era como si el cuchillo estuviera hecho a mi medida.
Cerré los ojos extasiada por la energía; me sentía poderosa.
Al abrirlos, pude ver cómo cυκŭητε se alejaba lentamente.
Cuando estuvo lo suficientemente lejos de mí, extendió los brazos hacia sus costados y chocó ambas palmas, provocando que toda la niebla se dirigiera hacia ella con una rapidez desconcertante. Observé cómo ésta entraba por sus orejas, sus ojos, los orificios de la nariz, por su boca, alborotando su cabello y su vestimenta. Era tanta la energía que la fuerza chocó contra mi rostro y agitó deliberadamente mi vestido.
Esa extraña fuerza ahora me empujaba lejos; las paredes de piedra se volvieron visibles de nuevo. La mesa reapareció con la gente sentada alrededor, algunos cubriendo sus rostros, otros agazapados, intentando esquivar aquella extraña atracción. Pude notar la mirada desconcertada de Σs'κα y la de preocupación de Μεπ.
Una última vez me volví hacia cυκŭητε con un esfuerzo casi inhumano. Mis piernas estaban a punto de ceder, cuando todo en la habitación volvió a la normalidad y la luz que iluminaba a cυκŭητε desapareció.
Esperé.
Cυκŭητε me lanzó una mirada con aquellos ojos extrañamente rojos y abrió la boca. Mis oídos sabían que volver a escuchar aquellos susurros.
—Úsalo al final —dijo con una voz sorprendentemente suave y distinta.
Quise reaccionar, pero ya era demasiado tarde. Ella ya había desaparecido, dejando en su lugar un silencio absoluto. Lo único de lo que fui consciente instantes después, fue del cuchillo entre mis manos y mi respiración acelerada.
¿Úsalo al final? Obviamente el cuchillo, pero ¿A qué final se refería?
Escuché unos pasos detrás de mí, por lo que me volví lentamente y encaré a Σs'κα, aún enarbolando el cuchillo.
Él lo escrutó con la mirada, acercándose con sigilo a mí. Olvidé por completo que nos habíamos peleado antes y extendí mi mano para entregarle el cuchillo, pero él no lo tomó.
—Te pertenece, princesa —murmuró con una tranquilidad escalofriante.
Negué con la cabeza ¿No podía ser más explícito? ¿Para qué servía exactamente aquel cuchillo? Porque no era para cazar, era de lo único de lo que estaba segura.
Los murmullos se extendieron por la cámara. La gente empezaba a hablar de nuevo.
—¡Reunión de jefes, por favor! Todos los demás ya pueden ir a sus aposentos, muchas gracias por la maravillosa fiesta —dijo Μεπεσ a unos pasos de nosotros con una autoridad que no aceptaba réplicas.
Su voz resonó al tiempo que la gente se incorporaba de sus asientos sin quitarme la vista de encima.
Mi concentración se fue rápidamente hacia Σs'κα.
Nuestras miradas se cruzaron; la mía con la duda manifiesta y la de él con una reflexión apurada. Y como si hubiese sido una pequeña pelea, terminé perdiendo al desviar mi vista con cierto rubor.
Mis ojos repararon en el nuevo objeto que sostenían mis manos; observé sus marcas con atención y las comparé con la mía. Justo donde la marca de mi mano terminaba, comenzaba la del cuchillo como si fueran una sola.
"Te pertenece, princesa" recordé involuntariamente.
Tal como el arco era mi mano derecha, así parecía ser ahora el cuchillo también.
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⌘Cαżαdοrα εrrαητε⌘
FantasyMi brazo estaba marcado. Allí, incluso de lejos, se veía la marca plateada, que cruzaba como una enredadera por mi brazo, comenzando desde mi palma hasta mi hombro. Era la marca de un cazador. Mi tribu por generaciones había puesto esa marca a los...