Capítulo 23

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—Σs'κα... —comenzó Šhřιη cuando cruzábamos un helecho que me llegaba hasta la cintura.

El aludido se volvió hacia Šhřιη con irritación.

—¿Qué? —espetó.

—Ya sé que están molestos, pero... las hierbas medicinales están todavía frescas y creo que no estaría mal para la herida de la princesa.

Instintivamente escondí mi brazo entre las gasas del vestido.

El rostro de Σs'κα se mantuvo inexpresivo, pero supe que meditaba sobre las palabras cuando se detuvo entre ramas.

Miró fugazmente mi brazo sin dedicarme otra mirada siquiera y quitándose el saco se lo lanzó a Šhřιη, que había salido de entre las ramas.

Éste lo cachó con agilidad.

— Yo no voy a hacer nada por ella —dijo fríamente al tiempo que continuaba con su camino.

Muy en el fondo sus palabras hicieron mella en mí, pero continué caminando abriéndome paso entre los helechos, hasta que llegué junto a Šhřιη que me miró con una sonrisa entusiasta en el rostro.

— Ignórelo, princesa, es el orgullo —susurró guiñándome un ojo.

Sonreí al tiempo que extendía mi brazo. Rápidamente dejó el saco sobre el húmedo suelo y rebuscó, sacando finalmente unas hierbas envueltas en una hoja más grande que mi propia mano.

— Si me muestra su herida, princesa... —me pidió.

Asentí lentamente al tiempo que desenvolvía el pedazo de tela de la capa de Σs'κα y dejaba al descubierto la larga herida que recorría casi todo mi antebrazo.

— ¡Ampárenos los Dioses! ¿Pero cómo ocurrió? —preguntó Šhřιη tomando mi brazo con extremado cuidado.

—Fue con un cuchillo...

No dije más no porque no confiara en Šhřιη, sino porque no quería que nadie supiera de la existencia del cuchillo de cυκŭητε; nadie más que los que ya la conocían.

Šhřιη frunció el ceño.

De repente la luz del Sol se filtró entre los árboles, iluminando sus cejas doradas y su largo cabello.

—¿No te estorba en las peleas? —pregunté curiosa refiriéndome al Sol que parecía tener en la cabeza.

Šhřιη lo sacudió frunciendo el ceño.

—No hasta el momento —contestó lentamente limpiando la herida con un poco de hierbas— Me salvó la vida una vez.

Intenté imaginármelo en una situación crítica y me pregunté cómo era que su cabello le había salvado una vez la vida, pero cuando sentí ardor sobre mi piel, mi mente no pudo centrarse en ningún otro pensamiento, así que miré a mí alrededor intentando distraerme con otra cosa.

Los árboles eran tan altos y sus ramas eran tan largas que bloqueaban casi por completo la luz del Sol. Para mí era parte de un ciclo eterno de la naturaleza; las gotas de lluvia de hacía varias lunas todavía caían ocasionalmente de las hojas de los árboles, humedeciendo la tierra e hidratando a las plantas que crecían en ella. Aquel olor era húmedo, fresco; sentía incluso el suelo bajo mis pies descalzos, frío, vivo.

Entonces cerré los ojos percibiendo cómo las ágiles manos de Šhřιη continuaban con su trabajo sujetando las hierbas con la hoja y asegurándola con una delgada cuerda de fibras de árbol.

Respiré hondo.

Eran tantas las sensaciones que mi cuerpo apreciaba. Un escalofrío cruzó mi espalda cuando el viento sopló en dirección contraria a mi rostro. Las hojas del suelo se amontonaron débilmente en mi entrepierna.

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