Capítulo 7

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Me miró directamente a los ojos pero desvié la mirada.

— Queremos la recompensa —exigió uno de los ladrones.

El jefe se volvió bruscamente hacia él.

— Tendrán su recompensa —dijo con desprecio.

Entonces extendió su mano y tomó mi brazo ejerciendo una presión agotadora. Después me atrajo hacia él y observó mi marca con atención.

— Protegida de la diosa Diana ¿Eh? —murmuró sacando un cuchillo de debajo de su túnica— ¿Eres la princesa Καητσ o eres una farsa como todas la otras mujeres traídas a mis dominios? —me interrogó. Mantuve la boca cerrada lanzándole una mirada asesina— Dicen que nadie, ni siquiera tu propia tribu, ha visto tu rostro jamás. Sólo los dioses, tus padres y tus dos hermanos mayores —comentó pasando peligrosamente la cuchilla por mi marca.

"Mentira" pensé. Todos en mi pueblo conocían mi rostro.

Su mirada se volvió sombría mientras presionaba suavemente mi marca. Solté inevitablemente un gemido ahogado de dolor.

— Esta marca es verdadera... —murmuró para sí mismo— Sólo en tu tribu hay guerreros marcados de rojo, cazadores de azul y la familia real con plateado —Nuevamente guardé silencio, pero la presión que ejercía el cuchillo sobre mi marca cada vez se hacía más fuerte— ¡Habla! —exigió.

Solté un segundo gemido; sentía dolor, el puro dolor allí donde el mango del cuchillo presionaba.

E inesperadamente tomó el cordel de mi capa y lo desató; la tela resbaló por mis hombros hasta llegar al piso y dejar al descubierto mi vestido blanco.

Mantuve la cabeza erguida.

Él empezó a dar vueltas alrededor de mí. Tomó entre sus manos mi cabello trenzado que llegaba hasta por debajo de mi cintura recogido en un broche de oro. Éste hacía juego con la tiara cuya punta comenzaba en mi frente.

Jaló mi trenza con violencia. Un nuevo dolor tomó posesión de mi cuerpo; sentía que mi cabello caería. Pero seguí guardando silencio.

Su rostro apareció al lado del mío.

— Morirás dignamente, princesa Καητσ —dijo enfatizando mi nombre—. Todo lo que necesito de ti, es tu sangre real para entregársela a los dioses y recibir la inmortalidad... —hizo una pausa— ¿Cuáles son tus últimas palabras?

No dije nada... era tribu enemiga ¡Yo no hablaba con la tribu enemiga!

El jefe de los mακαħατ rugió con rabia.

— ¡Tu silencio es enfermizo! —gritó jalando con mayor fuerza mi trenza.

Cerré los ojos mordiéndome la lengua para no gritar de dolor.

Mis piernas empezaron a temblar, mis fuerzas flaqueaban; todo por la flecha de energía pura.

— Suéltala, Νεřοκ —dijo una voz masculina y penetrante proveniente de la oscuridad.

Mi mirada se volvió borrosa; la tenía fija en el pasillo.

— Lo siento, pero ésa es una orden que tendré que desobedecer —contestó el jefe Νεřοκ.

El silencio fue sepulcral por un momento ¿De dónde había venido la voz?

Lo que ocurrió a continuación fue tan rápido, que a penas tuve noción de ello. Miré desconcertada cómo el ladrón cojo caía al piso después de que una lanza quedara clavada en su corazón. La caída del segundo ladrón fue aún más escalofriante; su cuello empezó a sangrar por razones desconocidas, provocando que cayera inerte al piso. Lo único que alcancé a notar en la muerte del tercer ladrón fueron unas manos sosteniendo una espada tan brillante como el oro. La espada se encajó en el estómago de Garret que soltó un grito antes de morir.

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